Freud retomando una expresión de Goethe escribe que no hay nada más difícil de soportar que una sucesión ininterrumpida de tres días muy buenos; hay que llegar deprisa, sin pausa alguna.

La desesperación no sería considerada como un extremo de la desgracia o del abatimiento depresivo del suicida; es más bien el ciclo contrario, el grado cero de la esperanza, la ausencia de perspectiva.

Y la esperanza infunde cierto temor, Spinoza en la "Ética" ya nos lo comenta, "no hay esperanza sin temor, ni temor sin esperanza". Por otro lado, y en el afán de encontrar apoyos argumentales al mencionado anteriormente por Freud, Jules Renard escribe "no deseo nada del pasado; ya no cuento con el futuro, el presente me basta. Soy un hombre feliz".

O sea, la desesperación nos lleva no a proyectarnos, no a dinamizarnos en el tiempo, sino a acortar los tiempos, a mirar ni a mañana ni a otro día. Desesperadamente se proyecta uno mejor sobre si mismo.

No cabe duda que habrá personas que puedan ahorrarse la desesperación, que intenten volver al pasado, recrearse en él y verse proyectadas en un futuro que pretenden reconstruir hasta con las mismas imágenes y verse de nuevo reflejados en paginas nuevas, y no en aquellas que quedaron atrás, sepultadas por la memoria del tiempo.

Con la desesperación lo que se obtiene es la ausencia de frustración y la patología que puede venir asociada al no obtener el objetivo. Vivir con desesperación es llegar al momento, atraparlo y sacarle todas las consecuencias y las potencialidades que posee, y que el mérito, si es que hay alguno, está en encontrarlas, en saber buscarlas.

Vivir en la desesperanza puede ser bueno; de momento es la moda. Veremos si se consolida, si se extiende en el tiempo y no cede a las presiones del nihilismo que está tocando a su puerta con el puño de una historia pasada que intenta descomponer las piezas de la personalidad para modelarlas a su antojo; y para hacer de las voluntades un paradigma de una sociedad tambaleante.

La voluntad, recordando a Schopenhauer, puede ser el motor que impulse al ser humano mas allá de sus vivencias cotidianas y sea forjadora de un hombre nuevo, con sus ventajas e inconvenientes. No se sabe.

Al final de todo, de elucubraciones en un sentido u en otro, de filósofos y de sociólogos, refleja que llegar a un diagnostico certero de la realidad social se hace complicado, pero al menos las evidencias nos hacen pensar que el ser humano está en una encrucijada plena de ambigüedades, que hace que se deje conducir por los trampeantes de la verdad que apremian a que lo que haya que hacer se haga hoy y no dejarlo para mañana. Mañana será demasiado tarde.