La omnipresencia de Soria en el Partido Popular en Canarias ha sido tan grande y tan duradera, que los hay que aún se tientan la ropa pensando que podría tener todavía algún juego en los lances del futuro. Yo creo que se equivocan. Soria está muerto y bien muerto para la política. Lo mejor que podría hacer sería quitarse de en medio durante un par de años, e irse de periplo vacacional por Panamá, Bahamas, Jersey y Singapur. Estoy convencido de que puede dejar la luz de su casa ya apagada. Por eso, lo mejor para él sería hacer mutis por el foro y lograr que se le olvide. Probablemente no lo haga, porque le puede la necesidad de explicar lo inexplicable, convertir sus mentiras a la nación en errores de principiante despistado y dejar alguna forma de legado. Tiene el derecho de intentarlo, y es lo que está haciendo, pero yo pienso que ya está completamente perdido para lo público.

Por eso, más que seguir ocupándose de reaccionar ante sus postreros estertores, creo que en el PP canario deberían comenzar a regar el desierto pelado que dejó. Algunos de los dirigentes mejor colocados -los que fueron sus afines- tardarán más que otros en superar el síndrome de Estocolmo, pero las elecciones están a la vuelta de la esquina, y en la elaboración de las próximas candidaturas va a cotizar muy mal seguir padeciendo cualquier atisbo de soriasis. Las declaraciones de amor imperecedero de Antonio Alarcó, por ejemplo, están ya más que pasadas de moda. Veremos conversiones muy extrañas en muy poco tiempo.

Un liderazgo tan intenso y duradero, de más de un cuarto de siglo, basado en la autoridad y el miedo, ha impedido que se hayan afianzado en el PP regional hombres y mujeres que no estuvieran directamente al servicio de los personales intereses y ambiciones del "gran timonel" Soria. Y ahora toca encargar a uno de ellos la sucesión: Asier Antona, secretario general del equipo, ha dado un paso al frente recurriendo a lo que dicen los estatutos que hay que hacer en casos de renuncia o sustitución del presidente. Es cierto que esta renuncia de Soria ha sido excepcional y forzada, pero a Antona le asiste la legalidad estatutaria, que regula ceder el testigo y las funciones del cesado al secretario general o crear una gestora. Otra cosa es que Antona cuente con el apoyo de las islas. Desde Gran Canaria ya le han puesto la proa, con coro de cíceros de primera. Y hay voces en Tenerife que también le cuestionan.

Se trata del principio de una escaramuza interna en la que unos y otros se bombardearán con etiquetas de tres y cuatro jotas de servicio a Soria y acusaciones de entrega al anterior presidente. Lo cierto es que encontrar hoy en el PP a un mirlo blanco que conozca la gente, que tenga peso propio en el partido y que no ejerciera de tiralevitas del ministro cesado va a ser bastante difícil. Habrá que tirar por el camino de en medio, buscando a alguien que no se significara demasiado, aunque pongan a quien pongan en el partido y en las listas, el PP debe ir preparando un manual para sobrevivir a una campaña plagada de bromas y veras sobre paraísos fiscales y otros asuntos pendientes.

Pero el PP es un partido con una muy sólida base electoral. Cuenta con miles de afiliados en Canarias y decenas de miles de votantes que no van a darle la espalda al partido por lo que Soria hiciera o por sus errores al explicarlo.

El PP es también un partido muy centralizado. Al final, la sucesión la decidirá una orden de Madrid. Que ha de llegar más pronto que tarde.