Jesús se considera un abogado "activista" y no necesita ni fama ni dinero porque los casos que lleva tienen "pedigrí". Ama su profesión sobre todas las cosas y, por altruismo, decidió colaborar con Manos Limpias. No le ha extrañado el final de este pseudo sindicato, pero no puede dejar de sentir una punzada de decepción.

Como también la sienten otros compañeros letrados que, al igual que Jesús, decidieron colaborar con Miguel Bernad para defender desde la acusación popular algunas causas que, seguramente debido a la escasez de medios de la Fiscalía, podían quedarse en el cajón del olvido.

Jesús recibe desde su despacho de un barrio exclusivo de Madrid pocos días después de conocer por los medios de comunicación que Bernad, el líder de Manos Limpias, era detenido por la Policía Nacional, citado después por un juez de la Audiencia Nacional y conducido a la cárcel de Soto del Real junto con el presidente de Ausbanc, Luis Pineda, su compinche en los últimos años.

Visto lo visto, o más bien, leído lo leído en el auto del juez Santiago Pedraz, al abogado se siente incluso aliviado, porque reconoce que ya antes de dejar Manos Limpias (estuvo cuatro años y abandonó la organización hace otros cuatro) la sospecha de que algo no funcionaba rondaba por su cabeza. Y por la de otros de sus compañeros.

No había una organización como tal, la secretaria no estaba dada de alta en la Seguridad Social, la junta directiva que supuestamente firmaba la decisión de personarse en una causa -documento que debía ratificar un notario- no existía ni se reunía nunca, los funcionarios que sustentaban el nombre del sindicato eran invisibles, al igual que las actas, las facturas....

Hoy, de varios de esos abogados salen pocas palabras, pero contundentes y reveladoras: decepción, engaño, mentira, pena...

¿Por qué un abogado con cartera de clientes, con una cuenta corriente que le permite vivir con holgura, se mete en este embolado de Manos Limpias?.

Jesús lo explica desde la distancia de haber dejado su cooperación hace unos años. "Empecé a colaborar porque sentí que era necesario un contrapeso al poder, porque había causas a las que la Fiscalía no llegaba y que podrían incorporarse en un proceso judicial desde la acusación popular. Manos Limpias ofrecía esa posibilidad".

Y no era una "cueva de la ultraderecha", como algunos han creído, subraya este abogado antes de afirmar que en Manos Limpias cabían todas las sensibilidades, aunque reconoce que "predominaba un poco la derecha".

Por supuesto, no cobraban nada de nada. Y Bernad tampoco es que se prodigara en prebendas. Apenas "se estiraba" con una comida de menú una vez al mes para reunir a sus abogados en un bar cercano a la sede de Manos Limpias en la calle Ferraz, la misma que agentes de la UDEF registraron minuciosamente el pasado viernes.

Una tacañería que alcanzaba su máximo en la Lotería de Navidad. Bernad, según relatan abogados que colaboraron con él, ni siquiera les regalaba un décimo. Con una participación iban que chutaban.

Nada de esto les hizo sospechar ni cejar en un trabajo que para ellos completaba su vocación. Porque Bernad les proponía casos en los que personarse, pero también les daba la oportunidad de plantear los suyos, de tomar la iniciativa.

Con el paso del tiempo las dudas crecían, como también los interrogantes. ¿Dónde están los socios, si es que los hay? ¿De dónde sale el dinero? ¿De aportaciones voluntarias como decían? Preguntas sin respuesta.

Muchos de estos colaboradores de la etapa más brillante de Manos Limpias jamás vieron a su presidente y a su vicepresidente, ya fallecidos. Pero tampoco les hizo dudar: el sindicato era su secretario general, Miguel Bernad.

Sí les extrañó que, en no pocos casos, Manos Limpias no pudiera pagar la fianza (muchas veces de entre 2.000 y 5.000 euros, una cifra asumible) que se impone para ejercer y seguir con la acusación popular en una causa. Más de una vez tuvieron que abandonarla o recurrir para que se rebajara esa cantidad.

Hoy, corroboradas las sospechas de algunos de los abogados colaboradores que, como Jesús, decidieron dejarlo a tiempo, los letrados consultados lamentan haber sido engañados por un hombre, Miguel Bernad, que no ha sido leal con ellos y que, como ahora se ha visto, no quería cambiar el mundo.

De hecho, ahora les viene a la cabeza esa "doble moral" que observaban en una persona que, en palabras de un letrado que no quiere dar su nombre, era implacable y no tenía empatía alguna hacia el acusado. Para él, se trataba siempre de alguien que tenía que dar con sus huesos en la cárcel sí o sí.

Mientras, Jesús sigue siendo fiel a su amor a la Abogacía, a su vocación, y ya ha pensado en qué nueva aventura va a embarcarse y que seguramente tampoco le va a dar dinero, pero espera que sí satisfacciones. "Activismo puro", dice.