La última iniciativa puesta en marcha para hacer realidad el anhelado muelle pesquero, deportivo, comercial y turístico de Puerto de la Cruz es un claro ejemplo de las posibilidades que se abren cuando en política se opta por el consenso. Tanto el Cabildo de Tenerife como el ayuntamiento de este municipio del Norte de la Isla han dado una muestra clara de madurez, al dejar a un lado las diferencias que podrían existir y primar los aspectos comunes, en beneficio de una población que lleva cinco siglos esperando por el citado muelle, como quedó constatado el pasado fin de semana en este periódico. A ello hay que sumar el compromiso adquirido esta semana, por el presidente del Gobierno canario, de aportar 20 millones de euros para asegurar la ejecución de esta infraestructura, así como de agilizar todos los trámites necesarios con el fin de que se pueda iniciar cuanto antes. Compromiso que ha provocado las críticas de algún que otro dirigente de la provincia de Las Palmas, que no logra entender cómo se destina esta cantidad a una obra en Tenerife y al mismo tiempo no se anuncia una partida similar para algún núcleo poblacional de las Islas Orientales. Una lástima que todavía existan este tipo de comportamientos ombliguistas que impiden que Canarias crezca unida. Salvo este tipo de salidas de tono, lo cierto es que conviene destacar el trabajo desarrollado por ambas corporaciones -insular y municipal- para que este importante proyecto se convierta finalmente en realidad. Su impacto sobre la economía local, insular y regional, "especialmente en lo que se refiere a la generación de empleo", hacen de esta inversión una de las más necesarias de la Isla.

En los últimos quince días este periódico ha informado de la existencia de una serie de enormes estructuras que afean la costa de Tenerife, pero que, sin embargo, no merecen casi ninguna atención por parte de las administraciones públicas ni tampoco de aquellos colectivos que dicen defender el medio ambiente de la Isla. ¿Por qué esos verdaderos mamotretos -uno ubicado en Añaza y el otro en el Paisaje Protegido de Costa Acentejo- pasan desapercibidos y, sin embargo, se pone tanto interés en el edificio de aparcamientos levantado junto a la playa de Las Teresitas? Se da la circunstancia, además, de que mientras este último todavía podría tener una utilidad, los otros dos presentan un estado de ruina tal que su futuro pasa por ser demolidos.

Cerca de dos mil jóvenes llevan alrededor de seis años esperando por una ayuda prometida en su día por el Gobierno de Canarias para la compra de una vivienda usada. Se trata de una situación que, pese a haberse publicado en repetidas ocasiones, no acaba de resolverse. Y visto lo visto, no tiene visos de arreglarse, al menos en el corto plazo. La última propuesta de la Consejería de Vivienda es insuficiente. Mientras tanto se dan casos como el de Rayco Padilla, que vive en la casa que él y su pareja compraron confiando en que iban a recibir la mencionada ayuda, pero no pueden usar ni el baño ni la cocina, porque no tienen dinero para reformarlos. Una pesadilla.