Sami Naïr (Argelia, 23 de agosto de 1946) es catedrático de Ciencias Políticas y director del Centro Mediterráneo Andalusí de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Después de ser nombrado delegado Interministerial de Codesarrollo y Migraciones Internacionales del Gobierno francés en 1998, centró sus esfuerzos en su labor como eurodiputado (1999 y 2004). Tiene una visión muy crítica sobre la situación europea. Esta semana estuvo junto a Ramón Chao en el Foro Enciende la Tierra, de la Fundación CajaCanarias, hablando de las utopías que necesitamos para creer que otro mundo es posible.

¿Cómo está la Unión Europea en cuestión de utopías? ¿Siguen vigentes las que marcaron su inicio o tiene que volver a replanteárselas?

La construcción de Europa ha sido una utopía, pero se ha transformado muy rápidamente en una pesadilla. El ciclo inaugurado en los años 80, en particular a partir del Acta Única, se ha acabado. Hoy no existe una Europa como proyecto ni como idea. El modelo económico elegido ha destrozado la idea europea.

¿Nos hemos olvidado de los valores europeos?

Defendí los valores europeos como diputado europeo en los años 80, 90, 2000... Lo que veo ahora es que a nadie le interesa hablar de valores. La prueba es la crisis de los refugiados. Europa pisotea sus valores y a nadie le interesa hablar de ello.

¿Qué responsabilidad tiene Europa en lo que ocurre con el terrorismo yihadista y qué efecto tiene en nuestra idea de Europa?

Las causas fundamentales del terrorismo no se encuentran dentro de Europa, sino fuera, pero en procesos en los que Europa ha sido parte. Tenemos varios ejemplos. La destrucción de Irak, que no empezó en 2003, sino en 1991, con la primera intervención norteamericana: Estados Unidos destruyó ese gran estado árabe, que era laico, y lo transformó en un estado confesional. Luego está Afganistán, donde Occidente ha perdido la guerra porque no ha sido capaz de crear una alternativa al régimen de los talibanes. Había que luchar contra Al Qaeda, pero no únicamente con bombas, sino ofreciendo una verdadera ayuda económica para que los afganos salieran de la situación de crisis y de pobreza profunda en la que están. Y ahora tenemos la situación de Siria, que tiene que ver con la primavera árabe y con la estrategia elegida por Al Assad de provocar la guerra civil. No se puede solucionar el problema del Estado Islámico solamente con bombas. Las bombas pueden ayudar, pero no solucionan el reto fundamental, que es reconquistar el terreno y reconstruir las fuerzas democráticas de ese país. Hacer eso a Europa le resulta imposible, porque Occidente se ha aliado con las fuerzas que han provocado este integrismo. Lo que ocurre en Siria tiene que ver con la estrategia del wahabismo de Arabia Saudita, país que, junto con Qatar, es el principal aliado de los occidentales. Los europeos venden armas a estos regímenes. España y Francia lo hacen. Por tanto, al final el entorno geopolítico tiene una influencia directa y una acción directa sobre los partidos europeos.

¿Ha habido una respuesta social fuerte para exigir a las instituciones europeas que asuman su responsabilidad en el tema de los refugiados?

La respuesta no puede venir de la sociedad. La ciudadanía europea, con un nivel de paro del 20%, está muy tocada. Hay una parte que ha tenido una pequeña reacción, pero los movimientos que hay están más preocupados por la cuestión social en Europa. En España, por lo que he visto, no he escuchado que Podemos haya tomado decisiones muy claras y muy solidarias sobre este asunto. Están metidos en sus problemas de gobierno. La crisis de Europa ha provocado el auge de un movimiento de solidaridad minoritaria, de insolidaridad pasiva mayoritaria y de insolidaridad activa de extrema derecha. Para mí ese es el mapa actual.

¿Y dónde está la izquierda? ¿Qué es hoy la izquierda?

Para mí la izquierda está en crisis en todas partes. Si tuviera que contestar de una manera tajante qué es la izquierda diría solo una cosa: la izquierda actual, la solcialdemocracia, los partidos social-liberales o incluso los antiguos partidos comunistas no tienen nada que decir sobre la situación actual. No han formulado una alternativa: no tienen un proyecto que pueda generar un apoyo masivo, lírico y épico en las poblaciones. La izquierda está pagando su ausencia total de comprensión de lo que ha pasado a nivel internacional durante estos últimos 30 años. No tiene un análisis serio de qué es la globalización liberal ni de la transformación de las relaciones sociales en los países europeos. La izquierda está totalmente despistada, no tiene capacidad de entender y, por lo tanto, para actuar.

¿Y los nuevos movimientos políticos?

Estamos en un proceso histórico de recomposición del tejido social, con nuevas generaciones que están entrando en el campo social y político, que rechazan el sistema institucional e intentan entender lo que está pasando y crear algo nuevo. En este sentido, ellos son focos de creación de utopías, quieren organizar un sistema nuevo a partir del rechazo de la realidad existente. Pero que puedan llegar a un resultado, a tener éxito, eso es otra cosa.

¿Los indignados se han preocupado más por los problemas locales que por lo que pasaba en todo el mundo?

Los partidos institucionales tienen una respuesta global, pero dentro de un sistema común. Los indignados han dicho que ese sistema destroza a un tercio de la población. Sin embargo, la debilidad fundamental de los indignados es que se han quedado indignados y no han pasado a la fase de las propuestas. Y propuestas no solo para ellos, como comentas, sino para la globalidad. Inciden mucho en la corrupción, que es un problema fundamental, pero no clave. El problema clave es el sistema político y económico: cómo hacer que evolucione. A esos movimientos les faltan ideas para unas reformas estructurales, no reformitas.

"No se puede tener utopía sin un proyecto concreto de nuestra sociedad"

"Con la desaparición de la izquierda comunista, de la izquierda que tenía una utopía de otro mundo, el consenso sobre el sistema, sobre el espacio común entre la derecha y la izquierda -hay un consenso: la construcción europea está basada sobre ese consenso- ha hecho que en realidad el capitalismo globalizado haya ganado la victoria ideológica, ha destrozado la capacidad de tener una visión de futuro", sentencia el polítólogo en relación al surgimiento de nuevos movimientos políticos y sociales que aseguran cuestionar el establishment. "La utopía está bien, pero no se puede tener una utopía sin proyectos concretos de la sociedad, de nuestra sociedad. La utopía no es algo que cae del cielo. Los movimientos sociales tienen que elaborar una reforma de las estructuras, proponer un reformismo revolucionario desde una perspectiva consensuada, no violenta y basada en la movilización de los actores sociales".

"Ahora reformar significa perder derechos"

"La palabra reforma ha cambiado de sentido. Antes, las reformas tenían como proyecto mejorar el sistema económico y social para el conjunto de la población. Y frente a los reformistas estaban los revolucionarios, que querían acabar con el sistema, porque decían que reformarlo no bastaba porque no iba a cambiar nada. Querían hacer una revolución, pero tenían un modelo revolucionario". Todo eso ha cambiado. "Ahora, la reforma, en el discurso de las elites dirigentes, significa renunciar a los propios derechos. Piden a la gente que renuncie a sus derechos. Las reformas son regresivas".