Palabra mágica esa, la de la política, mangoneada por aquellos, que son legión, que la descalifican, porque titulándose expertos la arrumban al borde del desahucio conceptual haciendo de ella una sombra mal viviente, casi desconocida.

La política se puede decir que vio la luz con los inicios de la democracia, que motivó que Aristóteles escribiera de ella; desde ahí hasta ahora ha tenido sus baches, que ha ido sorteando, para instalarse de manera cuasi definitiva en el escenario de la ausencia.

Recuerdo que, hace años, se acercó al Ateneo de La Laguna el profesor Moya, a dictar una conferencia sobre Filosofía Política y su frase lapidaria fue que esta era una materia que debería eliminarse de la Licenciatura de Filosofía, porque no se puede filosofar sobre una cuestión que apenas si existe: la política.

Y la evidencia más clara que esto es así se vive en estos momentos ante los tejes y manejes para nombrar un gobierno conducente por los atajos de la intolerancia, falta de reflejos y, sobre todo, por la baja calidad política de los cuatro actores protagonistas del desaguisado.

La política es más, mucho más, que reunirse una y otra vez para no llegar a ninguna parte. La política es más que dejarse arrastrar por la bobería mediática que funciona como si estuviera institucionalizada, que hace que a más de uno se le hayan subido sus delirios de grandeza y poder mas allá del reducido espacio de su cortedad de miras y de acción.

La política es adelantarse a los acontecimientos y tener el compromiso de ser subsidiario de la teoría de la acción para ponerla en práctica en los momentos necesarios y que sea consecuente y dirigida a la solución de un fin determinado, y no al enroque permanente de dar "un paso adelante y dos hacia atrás".

La política, esa desconocida, que está ausente, necesita de un reflujo que sea capaz de estimularla para que salga de ese sopor desesperante y que escape de las manos de los "todólogos" opinadores que de todo saben y que sus opiniones romas y descafeinadas llegan a convertirse en discurso y guía de los actores que juegan a políticos que un día dicen una cosa y al siguiente su contraria.

Y otros, además, hay que con el afán de justificar su trabajo baldío lanzan proclamas sin ruborizarse, cuando dicen lo que se ha dicho del Ejército español y Canarias.

El que se estaría frotando las manos ante este dislate seria nuestro vecino Mohamed VI, que en su política expansionista destacada en el Sahara Occidental y con, su insistente reivindicación territorial sobre Canarias para incorpórala al reino de Marruecos, se lo pondríamos en bandeja,

O sea, que entre unos y otros estamos haciendo de la política esa gran desconocida.