Firmemente, salvo que la Real Academia Española (RAE) me obligue a reconocer que he caído en el más absurdo de los errores, por no abrir a tiempo el diccionario que siempre tengo a mi lado mientras escribo, es un adverbio. Firmemente, en efecto (que ya lo he comprobado. ¡Qué nervios!), no es otra cosa que un adverbio; también, como muchos en este momento habrán advertido, la palabra que eligió, quizá no entre muchas disponibles en ese breve instante, el “heredero” del trono del PP en Canarias, el joven palmero (creo que no ha cumplido los 40 años) Asier Antona.

Asier Antona, nada más ser proclamado (por unanimidad) gran jefe del PP en las Islas (lo que ocurrió el viernes pasado en la Ejecutiva regional de los populares) y tras ser preguntado por los periodistas que acudieron a ese cónclave, repleto de besos, abrazos y aplausos y con ausencia extrema de la más mínima crítica (las quejas o reproches, si los hubo, fueron invisibles), aseguró lo siguiente: “Creo firmemente” en que Soria no recordaba detalles de su pasado empresarial.

El vocablo encajado entre dos comillas (una de entrada y otra de salida), lo que indica que es textual; o sea, dicho por Asier Antona, no ha sido desmentido por el flamante presidente del PP en Canarias, lo que demuestra que el sustituto de José Manuel Soria, al menos en ese cargo hasta que haya un próximo congreso, tuvo un vulgar inicio de etapa en la cúspide del partido de su vida.

Asier Antona sabe, como casi todos los que conocen o han bramado contra Soria, que, si de algo no carece el exministro, es de memoria, que seguro que tal virtud de su predecesor Asier Antona la ha sufrido en sus propias carnes: en mensajes de WhatsApp, en conversaciones telefónicas como las de antes e incluso en vivo y en directo. El hecho de decir, como se le grabó a Asier Antona, que cree “firmemente” en la desmemoria de Soria es, sin duda alguna, lo mismo que someterse voluntariamente (otro adverbio) al mayor de los ridículos o tal vez pensar en que todos los demás que es_cucharon a Soria antes de verse contra las cuerdas y ser forzado a dejar el cargo de ministro de Industria son tontos, muy tontos, o quizá descodifiquen, por decirlo con otro adverbio, tontamente.

Lo peor (y con esto ya buceo hacia la parte más profunda del océano tan peculiar que forma la política en España) de la actitud de Asier Antona, lo más triste e involucionista, es que no perdió la oportunidad, tras alcanzar la cumbre del PP en estas islas ultraperiféricas, de dejar claro que él, por si alguien lo dudaba, viene a representar lo mismo (equivalente) que ya se tenía: mismo espíritu general, misma negación de la realidad, mismas versiones, mismos apegos, mismas lealtades, mismas reverencias y babeos ante jefes y exjefes… Es decir, más de lo mismo y siempre igual, sin matices ni mínimas diferencias; sin disonancias, ni siquiera las generacionales.

Asier Antona dejó claro, con su metáfora construida gracias al adverbio “firmemente”, que él es otro de su partido (del grupo de los de arriba) incapaz de hacer la más elemental autocrítica, un ser inhabilitado para guiñar el ojo si no se le pide, obstaculizado para levantar la mano si ahora no es el gesto a seguir, enmudecido para glosar mensajes con sentido común, impedido para decir algo tan sencillo y deseado como que hay cosas que no están bien, que se deben cambiar o mejorar, o que incluso deben ser borradas firmemente de la faz de la Tierra, por mucho que se trate de uno de los nuestros.

La verdad es que no esperaba algo más serio, riguroso y esperanzador que aquel “firmemente” vulgar que el viernes pasado eligió Asier Antona para sacudirse las pulgas del señor Soria. En ese breve instante, tuvo la gran oportunidad de ser diferente, pero no fue valiente. La valentía y la coherencia, la práctica del sentido común (al menos esto, como mínimo esto), están reñidas con determinados ascensos jerárquicos en los partidos, sobre todo en los que se manifiestan un día sí y otro también como organizaciones que firmemente mienten y firmemente maltratan a la ciudadanía aún no hipnotizada; también a gran parte de las instituciones públicas.

Por favor, que no tengamos que volver a repetir aquello de “a peor la mejoría”. Buen viaje, Asier Antona.

@gromandelgadog