No satisfecho con el cúmulo de proyectos comprometidos que afectan a Santa Cruz de Tenerife, el alcalde, José Manuel Bermúdez, anuncia más. Puede tropezarse, sin embargo, con las nuevas normas que marca Europa, iniciadoras, en un horizonte cercano, de una paralización de obras cuyo origen habrá que buscarlo en esas causas externas (tal y como se preveía en distintos foros, los ministros Montoro y De Guindos van a poner en práctica otras contrarreformas). Soslaya el primer edil chicharrero el sabio refrán español que reza: "Quien mucho abarca, poco aprieta", y, ni corto ni perezoso, aborda otro proyecto que, al minuto de darlo a conocer, incita una nueva controversia con la oposición. Se trata de la edificación de un hotel de cinco estrellas a la entrada de Las Teresitas, tema que dejaremos para otra ocasión, pero del que hoy nos limitaremos a exponer dos aseveraciones del alcalde: extiende sobre la playa el mensaje que se crearán 200 puestos de trabajo y que con el dinero percibido con la venta de la parcela (al parecer municipal), se acometerán acciones que, teníamos entendido, ya estaban previstas mucho antes. Mientras, lo del mamotreto, estigma que permanece revoloteando desde la sentencia de 2014, continúa inmovilizado a la espera de la demolición del edificio, total o parcial. Y en el centro de la capital, el entorno de la Escuela de Comercio sigue "protegido" por unas magníficas telas metálicas verdes. Son únicamente dos ejemplos de lo que poco se aprieta.

Con todo, nadie puede negar ni criticar la tenacidad del alcalde Bermúdez, quien trata de superar, al amparo de la ley, todas las trabas que va encontrándose por el camino. Y muchos de esos impedimentos se gestan en los despachos de Costas, ente que regula (¿?) todo aquello que se encuentre cerca de la mar. Es conveniente que el ciudadano no olvide que el litoral de Santa Cruz permanece al albur de las interpretaciones que de la Ley de Costas de 1988 se aplique no ya sobre posibles playas (también la ubicación de las embarcaciones de Las Teresitas), sino, lo que es peor, que puedan destruir (como ya lo han hecho) poblados del litoral. Algunas muestras: las situaciones inciertas de los vecinos de Igueste de San Andrés, Benijos o Tachero.

Entre los proyectos que duermen en las oficinas municipales se encuentra el que contempla la reordenación ideal de la playa de Valleseco. Escapa a nuestra memoria las veces que hemos escrito aquí mismo sobre este espacio costero, fundamental para una ciudad que apenas dispone de lugares para el ocio. ¿Se han olvidado de, al menos, adecentar Las Teresitas para una fijación en esta nueva obra de futuro incierto?. Aquí es donde tropieza el alcalde con disposiciones dispares (recordemos: la playa de Santa Cruz de La Palma sí ha recibido todos los parabienes), al tratar de afrontar dos esenciales construcciones a la vez... teniendo enfrente a Costas. La infografía sobre lo que algún día puede convertirse el mar de callaos que hoy conforma la playa de Valleseco, deja en el aire un desánimo ciudadano a la espera de que en Costas se aclaren sobre los muelles carboneros.

Mientras, el chicharrero busca otros espacios de recreo. Se dirige a la piscina municipal Acidalio Lorenzo, no sin antes contemplar, estupefacto, la "vivienda" que bajo la estructura del horroroso puente del barranco de Santos, ha buscado un marginado y la "morada" de otro indigente en un banco frente a Fyffes (gracias por las fotos a los preocupados ciudadanos Teresa e Isauro). La sorpresa es que la instalación está cerrada por obras que comenzarán... en mayo. Aquí se le fue de nuevo el baifo al alcalde. Aunque parezca mentira, toda una Junta de Gobierno aprobó ¡la pasada semana! la adjudicación definitiva de las citadas obras, que significarán unas importantes mejoras para uso ciudadano y deportivo. Se puede aplicar entonces, sin temor a equivocaciones, el refrán que da título a estas líneas porque, iniciar unos trabajos en el mes de mayo, que durarán cinco meses, constituye una planificación que roza la inepcia ya que, justo, en la época estival, los usuarios se tropezarán con las inevitables vallas que proclamarán la magnífica decisión de originar una de las muchas trabas que surgen en Santa Cruz. El alcalde Bermúdez, mirando hacia proyectos espectaculares, va a tener que esperar a octubre para bañarse, junto a otros vecinos, en la nueva piscina de 50 metros. Y es que acometiendo varios proyectos a un tiempo, no se desempeña bien ninguno.