Juan Carlos Monedero, un tipo al que fusilaron mal, como a Gila, es un malabarista de las palabras al que le gusta escucharse, dotado de una mente rápida, un verbo afilado y una cultura política sólidamente construida en la arquitectura de la acampada que revisita lugares comunes para cambiar el mobiliario de sitio, como un decorador posmodernista. Ayer, en Tenerife, dejó la impronta de todas esas fortalezas en una larga disquisición destinada a reverdecer el "comunismo de rostro humano" de Podemos.

El esfuerzo de Monedero está dirigido a mantener a Podemos cerca de las brasas pero lejos del fuego. O lo que es lo mismo, en el pacto con Izquierda Unida pero lejos del tufo a fracaso histórico de las izquierdas radicales. Padeciendo tal vez la enfermedad infantil del izquierdismo, Monedero sigue explicando a Podemos como un proceso que recoge algo más que el descontento de los movimientos ciudadanos del 15M. Mediante la organización política, el empoderamiento ciudadano se estructura a nivel superior para expresarse como una entidad independiente. Pero como citar a Lenin de tapadillo puede resultar peligroso, Monedero se aferró a Ortega para decir que Podemos es la respuesta a "lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa". Una fuerza capaz de hacer un diagnóstico de los males de España y sus remedios. O sea, como un revuelto del regeneracionismo de Costa, la teoría gramsciana de la hegemonía y el movimiento de los tute bianche. Como para quedarse pescando lapas.

El fundador de Podemos hizo burla y capirote del grouchomarxismo de los partidos capaces de cambiar sus programas pero pasó de puntillas sobre la evanescente contradicción del suyo, que hace seis meses consideraba a Izquierda Unida como una rémora inútil del pasado y ahora un aliado estratégico fundamental para las próximas elecciones de junio.

Monedero sigue defendiendo que España necesita un proceso constituyente. Y que ser transversales no supone ser condescendientes para decir sólo lo que la gente quiere oír. Que es justamente lo que a veces parece que hace Pablo Iglesias. No se puede hablar al mismo tiempo ni se le puede decir lo mismo al que desahucia que al desahuciado. Avisó que el PSOE está en franca disolución y contó una media docena de chistes, algunos francamente buenos.

Es una lástima que Juan Carlos Monedero no esté en el Parlamento con ese verbo venenoso y divertido. Habló del PP y no dejó títere con cabeza y hasta los nuevos de Rajoy, como Casado, "correveidile" de Aznar con Gadafi, salieron embreados. Pedro Sánchez le da tanta pena que hasta ganas tiene de adoptarlo y Albert Rivera no es la respuesta a la progeria política porque es más de lo mismo.

Dijo que las discusiones internas de Podemos no significan más que una parte del trabajo y que están más unidos que nunca, aunque Pablo Iglesias siga extasiado con el "maldito Juego de Tronos" que a él personalmente le parece una serie como Gran Hermano pero con un enano maquiavélico. O sea, dijo nada importante, pero es que el horno no está para bollos.