Desde sus primeros acordes en la Agrupación Musical Orotava, una popular banda del norte de Tenerife, Antonio Hernández se ha ido enriqueciendo de matices. Así, tras marcar unos compases a ritmo de rock, este villero evolucionó hacia las nuevas músicas, estilo donde su trabajo "Ritual Suite" mereció el galardón a mejor compositor internacional por la crítica especializada. Desde ahí encadenó bandas sonoras, videoartes, documentales, música para televisión...

Ahora, su talento también "suena" en el largometraje "La punta del iceberg", que bajo la dirección del tinerfeño David Cánovas se estrenó el pasado viernes, una historia basada en un texto del dramaturgo palmero Antonio Tabares y con una banda sonora grababa en los estudios Azel, en Los Realejos, por la mano de Domingo y Tasio Mesa.

El compositor no escondía que los nervios por el estreno de la película se sienten, "pero resultan un poco extraños por el hecho de tener ya la cabeza en otro proyecto; quedan un tanto matizados. No es igual que si el trabajo estuviera recién terminado", explica.

Para Antonio Hernández "ha sido muy emocionante ver cómo la música iba cobrando vida desde la partitura a la grabación", a lo largo de un proceso que puede considerarse "de película", y es que para poder cumplir los plazos confiesa el compositor que vivió prácticamente en el estudio.

Desde que David Cánovas le trasladó su idea, una ambientación fría y de carácter minimalista, se enfrascó en conseguir ese efecto. Tras visionar la película sin fondo musical concibió una pieza acompasada por cuerdas y piano.

"Un clima inhumano y de tensión se ambienta con violines y cellos en pizzicato", capaces de crear un tempo de inquietud y suspense, mientras la tenue melodía marca por lo bajo el compás.

"También los silencios contribuyen a generar un clima muy especial", recreando una banda sonora "muy atmosférica", precisa.

Antonio Hernández se considera, básicamente, "una herramienta del director; él es quien me marca las emociones", pero lejos de ser un hándicap en su proceso creativo asegura que "supone un placer trabajar junto a un cineasta de la categoría de David, que le da importancia al contenido musical".

Este compositor no ejerce de "solista" y, bien al contrario, reparte elogios al equipo formado por sus colegas, comenzando por Ángel Camacho Bermúdez, encargado de organizar a los músicos que realizaron "un excepcional trabajo", según sus palabras.

"La grabación de la cuerda fue impecable; un sonido sencillamente exquisito, con profesionalidad, afinación, implicación, sensibilidad... Infinitas gracias a violines, violas, violonchelos, contrabajos y al trompa de la Orquesta de RTVE, Manuel Fernández Olivares", que se desplazó expresamente desde Madrid.

Una vez compuso las cuerdas se las llevó al estudio y fue ahí donde se afanó en mezclar las distintas secciones. Los pianos los grabó en el Paraninfo de La Universidad de La Laguna, acariciando las teclas y pisando los pedales de "un fabuloso y espectacular Steinberg".

Por cuestión de plazos y calendario tuvo que hacerlo "en una infernal, pero inolvidable jornada", desde un miércoles a las 16:00 hasta las 6:30 del día siguiente, catorce horas ininterrumpidas que fueron posibles gracias a la complicidad de Domingo y Tasio Mesa, amigos y responsables de los estudios Azel de Los Realejos, "enormes profesionales en los que confío plenamente", afirma.

Y cuando desaparecen los últimos créditos, Antonio Hernández lanza un hondo suspiro. El resultado final resultó satisfactorio. "Justo lo que me había solicitado el director. Creo que ha sido uno de mis mejores trabajos".

Antonio Hernández

músico y compositor