Esta es solo una de las muchas maneras que existen de desenmascarar los cuentos y a sus cuentistas. No vayan a pensar ustedes, por favor, que ya saben que mis títulos a veces conducen por otros derroteros, que este amago de cuento tenga algo que ver con la magnífica herencia cinematográfica del polaco Krzysztof Kieslowski. Nada de eso, que ya me gustaría a mí, sobre todo poder recuperar la excelente "No matarás", mi preferida. Lo lamento, pero en este texto eso no toca, y sé que es un infortunio.

En esta columna ahora se va a hablar del mamoneo y la desfachatez, de la actitud de algunos gestores de lo público que se creen que los demás se chupan el dedo y a la vez paladean chupetes Kojak, aquellos que dejaban a uno la boca hecha un basurero y terminaban con el regalo, no siempre deseado, de un chicle triste y pastoso.

Este artículo hoy no va de contar una historia dulce, con final feliz, ni de narrar un cuento para levantar el ánimo...; esta reflexión hoy exhibe la desvergüenza que tantas veces reina en esta tierra gracias a muchos gestores de lo público, en especial a los gansos que diseñan el amaño y, tras ser pillados con las manos en la masa, todavía hallan fuerzas, valor, motricidad y caradura para explicar lo indescifrable, para aniquilar determinadas voces y hasta para lamentar y lloriquear que, total, son unos incomprendidos.

Hay políticos que se han acostumbrado a sobrevivir en el edificio de lo público con la careta siempre puesta, gente a la que le importa un comino hacer las cosas mal: sin ética, sin aptitudes, sin decencia, sin valores, sin pensar en los demás... Gusta más, y es triste decirlo, el lema "Para uno de los nuestros", porque además, y es verdad, se creen que están por encima del bien y del mal, y porque, antes de llegar a esa triste conclusión, han sido capaces de mentir como bellacos al creerse con el poder de desviar la flecha de la verdad. Y cierto es que lo consiguen. Pero no siempre.

En nuestro régimen legal hay rendijas abiertas a la práctica del mamoneo; hay mecanismos consentidos o espacios no sellados para el robo de lo público. Y lo peor de todo es que algunos ni así lo hacen bien, sin poder evitar que brinque el latrocinio. Se puede decir que les pasa a casi todos... Tarde o temprano a todo cochino le llega su San Martín.

Demasiada gente noble y honrada espera que el silencio jamás se imponga, pese a que bien se sabe que igual faltan "teides" para seguir adelante con muchos asuntos. Si tanto fuego se apaga sin que antes dicte la Justicia, al menos nos quedará haber descubierto otra forma poco sudorosa de buscarse la vida. Esto es mucho. País de chorizos el que tenemos.

Me encanta "No matarás", y creo que ya lo había mencionado.

@gromandelgadog