Soy de los que van al Puerto con mucha frecuencia. Uno de los muchos chicharreros a los que les agrada pasear por la zona de la plaza del Charco y sus aledaños. Uno de los que, también, llevamos años oyendo hablar del parque marítimo, del puerto deportivo y de tantas cosas más que devolverían al Puerto el prestigio que otrora disfrutó. Aunque algunas zonas del entorno señalado han sufrido intentos que pretendieron variar su "sabor", lo cierto es que no lo han logrado. También lo es que el "boom" turístico de las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo tuvo que permitir la construcción de edificios que en la actualidad no conseguirían la necesaria licencia de edificación, pero a pesar de ello -quizá porque las copas de los árboles no nos dejan contemplar sus modernistas fachadas- la plaza continúa siendo un lugar agradable, tranquilo a pesar del tráfico que medio la rodea y, por supuesto, el único donde se puede recordar -quizá queda algo también en Punta Brava- el ambiente del antiguo Puerto.

Lo que ofrece mi recorrido como dominguero suele ser siempre el mismo: aparcamiento en la plaza de Europa y paseo por la calle Santo Domingo hasta llegar a la plaza. Esa rutina, posiblemente, no me ha permitido conocer los "lavados de cara" que la actual corporación municipal estará sin duda alguna realizando en varias zonas de la ciudad, pero como nunca es tarde si la dicha llega, el pasado domingo decidí cambiarla y me dirigí a la zona de San Telmo. Inmediatamente me vinieron a la memoria la gran cantidad de artículos y comentarios, difundidos a través de todos los medios de comunicación, criticando agriamente -incluso en algunos casos de forma ofensiva- las reformas que pensaba llevar a cabo en el citado entorno el consistorio portuense, las cuales me hicieron recordar la famosa fábula "Los dos conejos" del también portuense Tomás de Iriarte: que se iba a derruir parte del patrimonio de la ciudad; que el antiestético muro ya era una reforma realizada 15 o 20 años antes; que la pasarela construida era muy peligrosa e insegura; que se iban a reducir de manera muy significativa las ventas de los comercios adyacentes; que se... ¿para qué seguir? Parece que en el Puerto se había asentado provisionalmente "el no a todo" -solo provisionalmente, pues ya sabemos que este movimiento ha establecido sus reales en Santa Cruz y en el sur de la isla-, de tal modo que llegué a pensar que algo de razón debían de tener cuando tanto "ladraban". Por eso, cuando hace unos días vi la obra terminada, intenté recordar si en los mismos medios que acogieron tantas críticas peyorativas había leído alguna laudatoria, pero fracasé en mi intento.

Porque hay que decirlo con claridad, sin tapujos de ninguna clase: el ayuntamiento de nuestra ciudad turística por antonomasia se ha apuntado un merecido tanto llevando a cabo la obra en cuestión contra viento y marea, que debería servir a otros municipios como ejemplo para emprender mejoras en los suyos. En el caso que nos ocupa se ha ensanchado la zona de paseo, se ha dejado espacio para crear áreas de ocio, los comercios que lo limitan ofrecen mejores vistas, la visión del rompiente resulta más impresionante... En fin, un verdadero logro, digno de que alguien lo hubiese mencionado cuando tan cansados estamos de tanto Podemos y Ciudadanos...

Por poner un pero -aunque atenuado- sugeriría, ante la llegada del verano, que se considerara la posibilidad de "alegrar" de alguna manera la zona de baños. Ha quedado algo "fría", demasiado impersonal...