Me llama la atención la de veces que la gente que va a por todas intentando alcanzar un objetivo o un sueño, emprender un proyecto personal o en equipo, o tratando de vivir más plenamente, ensalza el valor del riesgo. Es un concepto muy familiar en el ámbito del liderazgo y la gestión del talento. La propuesta no es invitar al disparate, me parece a mí, sino más bien a un riesgo asumible sopesado con madurez, a la posibilidad de darnos nuevas oportunidades y de aceptar el fracaso si las cosas no salen bien.

Javier Fernández es el campeón mundial de patinaje artístico. Español que ha triunfado tan a lo grande a pesar de que en nuestro país el fútbol, el baloncesto o el ciclismo son infinitamente más visibles, y en esto del patinaje España no es una potencia (o no lo era, hasta ahora). He recuperado las crónicas que cuentan cómo consiguió el oro en el City Garden de Boston ante diecisiete mil espectadores "que contenían la respiración" por lo que estaban contemplando. Los textos están repletos de tecnicismos propios de esta disciplina de la que lo desconozco todo, y aun así el relato te engancha irremediablemente por la épica, por el desafío, por el riesgo.

El patinador español se las veía con un gigante de lo suyo, un japonés llamado Yuzuru Hanyu, que llegaba con unos cuantos puntos de ventaja. Este era su gran rival a batir para defender el título mundial. "Era difícil". Dicen que el japonés tenía prácticamente el oro "colgado alrededor de su cuello", pero al arriesgar, falló y "aún había partido". Claro que para eso, para que el español tuviera alguna oportunidad, no solo no podía errar, sino que además tenía que añadir alguna dificultad, tenía que arriesgar. Y lo hizo: "...otro cuádruple salchow, triple flip, medio bucle, triple salchow...". Tal y como lo describen, Javier "voló sobre la pista", "flotó sobre el hielo". Saltos y ejercicios que para entenderlos mejor hay que verlos. En realidad, para comprender bien el mérito de este grandísimo deportista, que sitúan a la altura de Rafa Nadal o Pau Gasol, hay que ver el vídeo completo de su actuación. Lo puedes encontrar en la web de RTVE, la transmisión de las periodistas de Teledeporte no tiene desperdicio. "Qué valor, qué cuajo", destacan ellas. "Una intervención de libro" y la remontada estaba hecha. Con las manos cubriéndose la cara mientras continuaba deslizándose por la pista, cuentan que Javier Fernández fue muy consciente de que había logrado el mejor programa de su carrera deportiva, y para eso, había arriesgado.

He conocido los matices de esta historia deportiva después de entrevistar a Belarmino García, fundador de Amena, que ha escrito un libro titulado "El poder de la pasión", en el que vuelca toda su experiencia profesional. Este directivo empresarial deja claro que cada uno debe medir hasta dónde asume el riesgo, pero su filosofía particular se acerca mucho a la del patinador español: "Sin riesgo, no hay diversión". "Cuando veo que las cosas son casi seguras de alcanzar, no me ilusionan porque ya sé que los resultados van a llegar" y explica: "Si los patinadores hubieran sabido de antemano quién iba a ganar, ninguno de los dos habría corrido riesgos a la hora de actuar. El que gana porque sabe que gana. Y el que pierde porque sabe que no va a ganar".

El caso es que ambos arriesgaron: al patinador español le salió bien; al japonés le salió mal. Asumir el riesgo o no cuando hay un reto que enfrentar supone manejar con conocimiento unas cuantas variables y ponderar sin perder de vista, como los patinadores, que se puede perder o ganar.

@rociocelisr

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