La Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST) ofrecerá hoy el duodécimo concierto de abono de la presente temporada y lo hará bajo la dirección de su titular, Michal Nesterowicz. En esta ocasión, la flautista salmantina Clara Andrada de la Calle se estrenará junto a la Sinfónica en calidad de solista invitada. Este concierto, que tendrá lugar en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife Adán Martín a partir de las 20:30 horas, incluye obras de Robert Schumann, Carl Nielsen y Johannes Brahms.

El programa de esta semana arrancará con la que está considerada una de las más bellas páginas orquestales de Robert Schumann (1810-1856), "Genoveva, obertura (opus 81)". Esta obra fue compuesta en abril de 1850, antes de la puesta a punto del libreto definitivo de la ópera en cuatro actos, que, paradójicamente, nunca ha logrado un hueco en los escenarios.

El compositor romántico confirió a esta obra la forma de un allegro de sonata, de tiempo moderado, en el que entremezcló con habilidad algunos temas esenciales de la ópera. Además, cabe resaltar que esta será la primera vez que la OST interprete esta pieza en su programación de abono.

Con Clara Andrada de la Calle como solista, la Sinfónica de Tenerife se sumará en este programa a la celebración del 150 aniversario del gran compositor danés Carl Nielsen (1861-1935). Y lo hará con el "Concierto para flauta y orquesta", escrito en Florencia en el año 1926. Si las sinfonías del compositor escandinavo, uno de los más importantes del siglo XX, llevan un marcado mensaje de violencia y agresividad, sus obras concertantes son más sensatas. El concierto cuenta con dos movimientos -Allegro moderato y Allegretto- en los que la solista se ejercitará con soltura e intimismo.

La expresividad de Brahms (1833-1897) dará pie a Nesterowicz para finalizar con una sinfonía de otoño, tal y como la describe Claude Rostand. La "Sinfonía número 4, en mi menor (opus 98)" fue la última obra orquestal del autor y está considerada como la más clásica de las que escribió, especialmente en lo que respecta al aspecto formal y en cuanto al final.

Brahms fue probablemente el último compositor clásico, la antítesis pasada de moda de Wagner y Liszt, pero cuya naturaleza expresiva era en esencia romántica. La Cuarta sinfonía posee un encanto rudo que representa el propio carácter del compositor: un humor a la vez atormentado, fogoso y a veces solitario.