"Cada vez es más importante enseñar valores en la escuela". Pedro Suárez ha dedicado toda su vida a dar clase. Lleva más de veinte años en el colegio público Tagoror, ocho como director, y está convencido de que gran parte de la labor que desempeña a diario no está relacionada con lo que le enseñaron en la escuela de Magisterio. Allí no aprendió derecho ni seguridad alimentaria, dos áreas que los maestros, en estos tiempos de globalización, tienen que dominar. Tampoco las múltiples formas que han ido surgiendo para introducir la formación en valores dentro de las asignaturas de toda la vida. Cuando acabe este curso abandonará la jefatura, pero su paso por el centro habrá dejado huellas. Una de ellas será su forma de inculcar solidaridad y respeto entre los chicos. Desde que llegó a Ofra, el centro participa cada año en el concurso que convoca la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) para promover la convivencia y la aceptación de la diversidad. "Si los niños se acostumbran desde pequeños a que todos somos iguales, funciona", dice con convicción.

Pedro nunca ha promovido la participación en este concurso para ganar. Se nota que no le gusta mucho ese verbo, pero sí defiende el deber de hacer todo "con dignidad". Cree que "hay que dejar las cosas mejor que cuando llegaste" y probablemente ese lema sea uno de sus grandes logros. Su forma de entender la enseñanza y la convivencia ya ha tenido premio. Hace unos años la ONCE otorgó un galardón especial al centro por participar durante tanto tiempo en su concurso y demostrar así su compromiso con la defensa de la diversidad.

Este concurso escolar se centra cada año en una temática diferente, pero siempre busca sensibilizar al alumnado con la importancia de aceptar las diferencias y garantizar la igualdad de oportunidades. En esta ocasión el reto se abordó a través del "descubrimiento del talento" que cada persona tiene y que hace que todo el mundo sea "especial". Los alumnos del Tagoror que pasaron la fase autonómica se vistieron de sus ídolos y superhéroes favoritos. Su argumento fue que cuando en apariencia no somos nosotros mismos, somos capaces de descubrir talentos que ignorábamos. "No enmascares tus talentos ni disfraces tu inteligencia; sé valiente, porque descubrir tu talento lo cambia todo", titularon su trabajo. El objetivo de la ONCE es que los chicos aprendan a convivir con personas que padecen algún tipo de diversidad funcional, pero también difundir que la diferencia no es un obstáculo, sino una oportunidad. En el centro, donde estudian más de 170 niños, no hay ninguno que tenga diagnosticada alguna discapacidad severa, "pero siempre hay algún familiar que es ciego o que tiene limitada la movilidad", cuenta Pedro.

El equipo del centro eligió trabajar la convivencia a partir de este concurso, pero no es la única medida que ha adoptado. El director, cuando hay peleas entre los alumnos, graba "la versión de los hechos" de cada uno de los implicados. Así, cuando los padres vienen a informarse sobre lo ocurrido, él puede exponerles, de manera individual, personalizada y sin la presencia de los niños, los dos puntos de vista. Su experiencia le ha enseñado que los hechos se entienden mejor cuando se pueden observar desde varias perspectivas. Además de estas acciones, el director da una charla cada viernes a todos los alumnos. A veces esa charla tiene forma de "bronca", como la de hace dos días. "El jueves hubo cuatro peleas", explica después de decirles que "en el Tagoror no se insulta, no se pega y no se mira mal".

Estar al frente de un colegio público es uno de los termómetros más fiables para medir la temperatura de un barrio. Ahí también hay que convivir con diferencias. "En un colegio tenemos a familias de todos los niveles: van del cero al diez. La diferencia con los concertados o privados es que nosotros tenemos de los tres primeros niveles y ellos empiezan a partir del tres", ejemplifica.

El colegio Tagoror se encuentra en una calle cercana a la avenida García Escámez, en Ofra. Muy cerca hay otro colegio que lleva el nombre de esa avenida y que oferta las mismas enseñanzas. Que ambos centros estén tan cerca el uno del otro es la herencia que ha dejado en la zona la época en la que los colegios mixtos no se imaginaban. Al Tagoror iban los chicos y al García Escámez las chicas.

Ahora el colegio es testigo de otra historia. Durante los años de crisis, Pedro ha visto cómo muchas familias las pasaban canutas. "Cuando el paro entra por la puerta, la felicidad sale por la ventana", lamenta. Durante este tiempo ha visto a madres que no pueden pagar el comedor, parejas que se separan porque han sido incapaces de sobrellevar la situación o a algún padre que no puede dar una dirección cuando matricula a su hijo porque está de okupa en una vivienda.

Pedro no mide el triunfo de su escuela por las notas que sacan sus alumnos, sino por algo que va más allá y que es responsabilidad de la escuela, pero también, y mucho más, de los padres. Para él, "el éxito es que sean personas".