A Conchi Vera, hoy hace un año, siempre en el recuerdo

Liderar un partido con 137 años a sus espaldas ni es tarea fácil ni es un regalo que salga gratis. Al contrario, tiene un alto costo en la salud física y mental de quien lo pretende. Pedro Sánchez lo sabía cuando dio el paso y no lo dudó. No resulta sencillo dirigir con acierto y a gusto de todos un partido valedor de la clase obrera, marxista hasta el Congreso Extraordinario de 1979, hoy de centro izquierda, progresista y socialdemócrata, que ha sido capaz de gobernar España en momentos muy difíciles de una gran parte del régimen constitucional iniciado en 1978, con las presidencias de Felipe González (1982-1996) y José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011), y sin que otros candidatos como Joaquín Almunia y Alfredo Pérez Rubalcaba, tuvieran suficiente éxito electoral como para alcanzar la presidencia del Gobierno.

Tras competir con Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias, Pedro Sánchez fue elegido por los militantes del PSOE candidato a la presidencia del Gobierno en las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015. Con 43 años, un madrileño del barrio de Tetuán, jugador del Club de Baloncesto Estudiantes, aficionado del Atlético de Madrid, economista con experiencia europea, primero concejal y luego diputado a Cortes, se enfrentó a unas elecciones en las que el objetivo principal era batir al Partido Popular para cambiar un Gobierno sectario, retrógrado y caduco, sostenido por un partido pringado de escándalos de corrupción, un día sí y otro también, que han tenido, y siguen teniendo, atónitos y desconcertados a los ciudadanos españoles. Unas elecciones generales en un nuevo escenario de partidos emergentes, la amenaza del conflicto independentista de Cataluña, y los complicados pactos tras las elecciones autonómicas y locales. Todo un reto para el joven candidato de un partido muy vivo en historia, exigencias, sensibilidades y equilibrios territoriales, además de muy inquieto en cuanto a esperas y oportunidades institucionales, de colectivos, y personales.

Con su apuesta, muy difícil y no siempre bien entendida, de un código ético de conducta de cargos públicos y candidatos de todos los partidos para regenerar el sistema democrático, tuvo el aval de permitirse criticar con dureza y mucha razón a Mariano Rajoy y a las conductas reprobables de corrupción en las filas del PP. El PSOE obtuvo 90 diputados y 47 senadores, y ante el fracaso de Mariano Rajoy y la imposibilidad del PP de conseguir suficientes apoyos para alcanzar la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, como candidato del segundo partido más votado, asumió su responsabilidad de someterse a la investidura en el Congreso de los Diputados, un reto harto difícil si no se pactaba el apoyo al menos de Podemos y Ciudadanos para formar gobierno. Las ansias desmedidas de poder, la obsesión enfermiza por los sillones y las maniobras intempestivas de Podemos y sus acólitos, así como la pretensión imposible por parte de Ciudadanos de salvar al Partido Popular, hicieron inviable e imposible un acuerdo estable y duradero para formar gobierno, muy a pesar de los esfuerzos y concesiones de Pedro Sánchez y el PSOE en unas negociaciones durísimas en varios escenarios y con distintos protagonistas imposibles de satisfacer en todo.

Y sucedió lo que nada ni nadie fue capaz de evitar: disolución de las Cortes y convocatoria de nuevas elecciones el domingo 26 de junio. Y la XI Legislatura acabó como empezó, como el rosario de la aurora, aunque sin llegar a las manos, con un Gobierno en funciones y el mandato legislativo más corto y estéril de nuestrajoven democracia. Y Pedro Sánchez anuncia inmediatamente, como es su obligación, con el coraje y valentía que ya tiene acreditados, su disponibilidad para ser candidato a la presidencia del Gobierno, una decisión que si bien corresponde aprobar al PSOE, cuenta con el apoyo decidido de todos los militantes, entre los que me incluyo, tal como su valentía y perseverancia merece.

Unas elecciones en las que es necesario favorecer los debates electorales como esencia de la democracia, a los que los candidatos de los principales partidos deben acudir, y Mariano Rajoy el primero, si es el candidato del partido del gobierno en funciones, porque esta vez no le vale esconderse ni delegar.

*Senador del PSOE por Tenerife en las VIII y X Legislaturas

@JVGBethencourt