Las Américas y su hinterland vienen a ser Valonia, Santa Cruz y el suyo: Flandes. Como en Bélgica, Valonia fue históricamente rica, minera, industrial, y Flandes, la deprimida, hasta que se cambiaron las tornas y todo apunta que para mucho tiempo.

El puerto de Granadilla, Chafiras... ya va avisando de un nuevo eje de progreso y modernidad. Allí todo arranca. No se aprecia que haya nada que languidezca o decline, sino de algo que emerge, de otra oportunidad, de la ubicuidad del desarrollo. Como diría Hegel, se trata de la "astucia de la razón", que sabe exactamente por dónde filtrarse. Los Cristianos y Las Américas lo confirman cumplidamente. Todo está primorosamente cuidado. Allí, jardines, plantas, árboles, césped, es naturaleza mimada, acorde con los equipamientos urbanos. Lo público y privado maridados, fructifican.

Desde hace muchos años ya, desde cuando desaparecieron los solares, porque los tapaban con esterillas, mientras alrededor todo estaba urbanizado, Las Américas parecía querer apostar por la excelencia, que la mera noción no le era ajena, que no cabían rutinas marchitas ni enquistados los peores hábitos urbanos y paisajísticos. Que podían con la sociología local ante el hábitat y el paisaje, masacrados por los propios canarios. Puedes tener la impresión de que estás en otro país, pero sobre todo que allí rigen pautas globales de poderosa energía, alta competitividad, desarrollo, y que allí se concitauna visión mundial del desarrollo turístico; que no se compite con el Puerto de la Cruz ni se lamenta lo que pueda recibir Las Palmas, que allí se mira al territorio turístico mundial. Incluso puedes fantasear con un principio de extraterritorialidad. Se trabaja de otra manera, que a ti te lo vuelve a parecer; incluso los taxis tienen un color y diseño distintos, sin duda más elegantes. El comercio, como en las grandes urbes o zonas competitivas, busca la demanda, es decir, que ejercen un comercio activo, o sea, la esencia de esa actividad, los horarios se aprovechan al máximo. La oferta comercial es de gran variedad y altísima calidad, como lo es la hostelería. La cualificación profesional es ejemplar. Es nuestro polo de excelencia global.

Tener una Suiza tan al sur debiera ser motivo de orgullo y fe en las propias posibilidades. De paso, reducir en lo posible el modelo de subsidio y súplica imperante. Como aquel libro de Octavio Paz, no caben puertas al campo, a pesar de un inconsciente cuajado de barreras para todo. Se trataría de superar la eterna niñez y la inercia.