No es el título de una película, pero podría serlo; en este caso se trata de reflejar lo que la política española nos está ofreciendo durante los últimos meses, que más se parece a un guión cinematográfico, donde cada actor-político representa el papel que más le conviene de cara al público del que quiere su voto; sin importarles lo más mínimo si en sus palabras existe un mínimo rasgo de sinceridad o incluso de verdad entre lo que sienten, dicen, piensan o -llegado el caso de que pudieran gobernar- pretenden hacer.

Parecen representar el "Apocalipsis zombi" o "Los muertos vivientes". El otro día, en una entrevista con el maestro Carlos Herrera, de las muchas que concede a diestro y siniestro, el "Coleta Morada", a una pregunta concreta de "¿con quién pactaría llegado el caso?", el podemita travestido de socialdemócrata moderado contestó: "Por supuesto que pastaría (?) con Pedro Sánchez". Tal cual. Supongo que lo de "pastar" fue un "lapsus linguae" que, como diría Freud, se debió a su necesidad de aportar, desde el inconsciente, el hecho de que en realidad lo que "le pone" y desea sería "pastorear" a toda la izquierda en su conjunto.

De hecho, desde su rol de "lobo con piel de cordero", está en ello: necesita imperiosamente alcanzar el poder; o, al menos, ser el líder de la oposición; y, para ello, requiere "merendarse" a Izquierda Hundida, perdón, Izquierda Unida; cuyo líder -al igual que el del PSOE- marchan al ritmo que le impone el "asesor chavista", cuyos desafíos, propuestas, ultrajes y descortesía son incesantes: a Garzón lo relega al quinto puesto en las listas por Madrid, mientras que a Sánchez le ofrece esta vez ser "su" vicepresidente; sin que a ninguno de dichos dirigentes -pensando que lo que les hacen a ellos se lo hacen a sus militantes y simpatizantes- se le caiga la cara de vergüenza.

Ahora resulta que el propio Pedro Sánchez abandona al partido de Rivera, Ciudadanos, para disputarse el electorado de izquierdas junto a los de Podemos e Izquierda Unida. Y así vamos a unas nuevas elecciones, donde los carteles nos mostrarán los mismos rostros de aquellos que tan sólo hace unos meses han sido incapaces de llegar a ningún pacto o acuerdo. ¿Y quién nos asegura a los ciudadanos españoles que, una vez que vuelvan a ser elegidos, no van a seguir igual? Lo curioso del caso es que, según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), los españoles encuestados, al menos una mayoría significativa, decían que volverían a votar a los mismos, con lo que se nos puede plantear que el actual Gobierno en funciones siga hasta convertirse en una especie de "gobierno indefinido-no fijo" y sigamos de elecciones en elecciones hasta el caos final.

Hay que reconocer que los españoles aguantamos mucho. Tal vez sea que tengamos cierta tendencia hacia el masoquismo, pudiera ser. Pero lo que es un hecho incuestionable es que la sociedad civil española se ha dejado arrebatar su propio protagonismo por una clase política que en buena medida ha hecho oídos sordos a la corrupción, a la injusticia social y al abuso de poder. Debido a ello, dicha sociedad ha perdido vigor y dinamismo, a la vez que poder de decisión, colaborando con ello a dinamitar los verdaderos fundamentos de la democracia.

Menos mal que a pesar de la incertidumbre y ante tanto desastre político, la economía parece que lleva su propio camino, ya que avanza a un excelente ritmo de crecimiento; y, mientras hasta el mes de abril se habían recuperado cuatro de cada diez cotizantes perdidos desde la crisis, el objetivo del actual Gobierno no es tanto conseguir el objetivo de déficit por debajo del 3% como el de alcanzar lo antes posible los 20 millones de ocupados. Pero claro está, todo depende del Gobierno que salga en las próximas elecciones.

¡Que Dios nos coja confesados!

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