Margarita tiembla cuando llega la noche. Jorge sabe que los superhéroes siempre cenan leche con galletas, y que el ruidito de la barriga al acostarse es el sonido de los poderes mágicos que le recuerdan que es especial. Le divierte cuando su madre apaga la luz y juegan al hombre invisible; sin embargo, no entiende por qué los superhéroes se tienen que duchar con agua fría tantas veces.

Él todavía no lo sabe, pero con 8 años forma parte de los cerca de 100.000 niños que se encuentran bajo el umbral de la pobreza por culpa de un sistema que genera miseria y desigualdad entre voto y voto. No es su culpa, pero Jorge encarna la mentira de la recuperación económica, la que hace suya el embuste en la comunidad autónoma donde más ha aumentado el nivel de riesgo de exclusión dentro de la vulnerabilidad social.

En la tierra del turismo, en aquella donde se esconden los barrios, el 22% de los hogares han dejado de comprar medicinas por cuestiones de primera necesidad y, en Tenerife, casi 30.000 personas tuvieron que reducir algunas de las comidas diarias mientras el presidente del Cabildo y la vicepresidenta del Gobierno regional convierten la urgencia social en pujas partidistas que acaparan numerosas páginas en los periódicos.

No obstante, las estadísticas dan un golpe de realidad y rompen la engañosa tranquilidad de unas islas en las que cientos de alumnos llegan por la mañana al colegio sin desayunar. Jorge, que comparte el recreo con su amiga Patricia, no come pollo todas las semanas; son platos reservados para aquellos que no se incluyen en el 6,9% de las casas que no pueden permitirse comprar carne o pescado con frecuencia. Aunque no lo queramos ver, la venda en los ojos no disimula que en muchas casas de nuestros barrios solo hacen una comida completa al día.

Margarita es hoy un caso más, un expediente que con cierta probabilidad quedará amontonado en la mesa de la administración competente en materia de servicios sociales. Ella se enfrenta a su pudor para recibir la cartilla de alimentos de la ONG del barrio, porque las becas de comedor son su salvavidas. Representa la dignidad de las miles de mujeres sustentadoras en paro o con un contrato que no cumple el mínimo establecido, con problemas de vivienda por impagos que llevan al desahucio y que, en algún momento, se han visto obligadas a decidir entre no pagar la luz, olvidar las medicinas o poner fin a un tratamiento por falta de recursos económicos.

Los políticos decepcionaron a niños como Jorge. Les fallaron. Mientras los responsables públicos se pierden en planteamientos sobre un cambio en el modelo económico del Archipiélago que genere un empleo estable y diversifique nuestra economía, las neveras no dan tregua y cada vez cuesta más esconder la escasez.

Ahora Margarita busca un nuevo nombre para el juego de atrapar regalos en los contenedores verdes; busca un superhéroe que le diga qué hacer cuando Jorge se aburra de jugar.

@LuisfeblesC