La izquierda. La ideología cede ante el deseo de poder. Los votos de IU buscan cobijo para conseguir escaños. Qué falta de orgullo y qué rápido se perdonan las ofensas sin exigir siquiera propósito de enmienda. "Yo seré presidente y ustedes diputados", promete Iglesias a los "rancios comunistas" -"he said"- con cálida condescendencia. Podemos, el partido, que iba de algo nuevo, ofrece su verdadera esencia y prescinde de primarias y de asambleas, no vaya a ser qué. Igual que los demás, refutará usted con toda razón, y a eso me refiero, son iguales a los demás quienes presumen de nuevos demócratas. Quienes sean de izquierdas harán piña, votarán por la nueva coalición de izquierdas y comulgarán con independentistas, antisistema y otras hordas, porque todo suma, esa es la idea. Pero no sé yo, porque el votante tiene también sus propias líneas rojas y votar por esta nueva coalición implica transigir muchísimo.

La derecha. Insisto en pronosticar la inminente salida del presidente en funciones de la carrera electoral, por la puerta grande, con honores de gran servidor de la patria y billete de vuelta al registro de Santa Pola a preparar la jubilación. No por iniciativa propia, claro está, sino por estrategia de partido: cualquier otro candidato facilita la victoria del PP, todos lo saben, y además permitiría la gran coalición en caso necesario. Juega con ventaja, el Partido Popular se entiende, porque la abstención con la ley d''Hont le dará más diputados a mismo número de votos. Aunque el PP recibirá más, esto es una segunda vuelta.

Los otros. Están apañados porque eso tiene la segunda vuelta, que hay descarte previo, descarte mental en nuestro sistema, pero descarte al fin y al cabo. Por eso Iglesias se empeña en ser la izquierda, maniobra y consigue afianzarse en un extremo. El PP ocupa el otro sin rival, nadie se atreve. PSOE y C''s ya sabían que esto iba a ocurrir, la polarización del voto, y apostaron por retrasar las elecciones, por erosionar; esperaban quizás que Podemos se autodestruyera y que se destapara la enésima corruptela en el PP, la definitiva. Error, más tiempo, más sobrexposición, más hartazgo: han perdido la bandera de la moderación y lo pagarán. El PSOE tendrá que refundarse, una vez más, y lo hará. Y Ciudadanos escapa solo si el PP los necesita, que está por ver, una pena, vaya bluf de organización con buenas ideas; igualito que UPyD, en paz descanse.

Los nacionalistas. Los más radicales lo tienen crudo con las mareas, qué paradoja. Los más moderados tendrán la oportunidad de ser llave a poco que suba la abstención, que subirá mucho, si el PP se queda a las puertas de la mayoría absoluta. "Caras nuevas", pedía un dirigente de Coalición Canaria; no les queda otra: centrar el mensaje y poner en valor su presencia.

La nueva política. En la víspera nunca pasa nada. Aunque mañana tenemos motivos para rememorar el quinto aniversario de la "Spanish revolution", la de aquel 15 de mayo de 2011, importante momento histórico. La revolución que pretendía el pueblo no es Podemos, por mucho que se afanen en aceptar la herencia y enarbolar esa bandera; la revolución no es este "quítate tú para ponerme yo", la revolución tampoco es populismo viejuno ni rescatar el comunismo ni legitimar a los ocupas. En la revolución del 15M nos levantamos contra la corrupción política, contra los privilegios de algunos, contra la injusticia del fraude, contra un sistema excluyente. Los ciudadanos dijimos basta. Y algo ha cambiado: la conciencia colectiva de que las cosas hay que hacerlas de otra manera. ¡Viva la revolución!

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