Llegó a Tenerife en 1984 y se llamaba John Etienne Beckman, pero se quedó tan fascinado con la efervescencia que se respiraba en el Instituto de Astrofísica de Canarias que decidió que prefería dedicar su vida a la institución y que lo llamaran Juan Esteban Beckman Abramson. Nacido en Leeds en 1941, este inglés lleva más de tres decenios intentando comprender mejor nuestro lugar en el Universo. Esta semana fue investido doctor Honoris Causa por la Universidad de La Laguna (ULL).

Aunque ha tenido la suerte de poder hacer de su vocación su modo de vida, eso no ha hecho que se haya quedado aislado en una torre de marfil. Ha tenido tiempo para comprometerse socialmente: desde 1970 pertenece a la Pugwash Conferences for Science and World Affairs, que recibió el Nobel de la Paz en 1995 por demostrar que la inspección de las pruebas de armas nucleares era técnicamente posible mediante métodos remotos.

¿Qué es lo más importante que le ha dado haber dedicado toda su vida a la astrofísica?

Me ha dado una satisfacción poco común: poder trabajar durante toda mi vida justo en lo que quería. Para mí trabajar en astrofísica no es trabajar en el sentido convencional, es disfrutar. Un investigador, un astrofísico en particular, es una de esas personas que puede hacer en su trabajo no solo lo que le gusta, sino lo que más le puede gustar.

¿Observar las estrellas le ha hecho estar más cerca o más lejos de la gente?

Ser astrónomo no influye en que uno sea más distante o más cercano, pero la astronomía es un trabajo donde hay mucha colaboración en equipos. La investigación en general tiene cosas muy positivas, no solamente para la mente, sino socialmente. Por un lado, la astronomía es un trabajo internacional. No hay ciencia española o ciencia británica; no hay ciencia cristiana o musulmana. Hay ciencia. Mi padre solía decirme que ser miembro de una religión te da aceptación cuando estás en el extranjero. Si vas a una iglesia de esa comunidad, te aceptan enseguida. Eso no lo sé, porque no pertenezco a ninguna religión, pero sí sé que la astronomía es así. Puedo ir a cualquier sitio en el mundo y puedo hablar con personas que se dedican a lo mismo que yo. Y no solamente puedo sino que debo. Por otro lado, los científicos tenemos más facilidades para disfrutar de las humanidades que al revés. Yo puedo ir al cine, leer un libro, escuchar música y obtener el mismo placer que cualquier otra persona. Pero una persona que no es científica tiene mucho más difícil obtener la misma satisfacción con una investigación que un científico. Yo puedo coger el periódico y leer todas las páginas. Algunas secciones nunca las leo, pero porque no estoy conforme, como el horóscopo. Nada me impide entender. En cambio, la ciencia es más compleja de transmitir.

¿Cree que la ciencia, quizás por la falta de entendimiento, ha sido expulsada de lo que consideramos cultura?

Sí. Aunque afortunadamente hay mucha gente que no cae en la trampa de creer que la ciencia es una cosa aparte. Por eso es importante la divulgación. Dije al principio que mi trabajo no es trabajo, que es disfrutar. Pues bien, la sociedad me paga por disfrutar y lo mínimo que uno puede hacer, si es capaz de hacerlo, es intentar que la gente entienda lo que está haciendo. En este sentido, ser astrónomo me hace sentir afortunado porque hay muchas personas que no tienen una formación científica pero están interesadas en la astronomía, y la divulgación es más sencilla. En la universidad tuve algunos profesores que eran buenos científicos pero que no sabían explicar. Llegué a la conclusión de que no sabían hacerlo porque no eran capaces de imaginar qué era no entender algo.

Hay personas que aparentemente están muy formadas pero siguen creyendo en el poder que tiene nacer un determinado mes del año en su personalidad.

O un determinado día o un determinado segundo...

¿Siente que entre una parte de la sociedad se da cierto prejuicio científico?

Sí. Es difícil de explicar... El otro día leí un artículo que explicaba que la onda anticientífica era muchas veces propia de la derecha sociopolítica, pero ahora puede estar incluso en la izquierda sociopolítica. Gente que piensa que la medicina científica no es buena, que hay que ir a la medicina alternativa...

Los movimientos antivacunas...

Eso es temerario. Quiero decir que es físicamente peligroso dejarse llevar por energías misteriosas o por cosas que no tienen base experimental. Hay gente que piensa en conspiraciones, en que los científicos nos hemos conjurado para algo... No creo que la ciencia lo sea todo, pero sí que la bondad de la ciencia es que tiene una forma de control o de autocontrol. Todos estamos vigilando, intentando encontrar los errores del otro y de uno mismo. El sistema, si está bien aplicado, no deja pasar fraudes. Siempre hay posibilidades de errores, claro, pero en general eso es a pesar del método del sistema y no a causa del método. Todos los resultados están publicados para que cualquiera pueda investigar más profundamente.

¿Se mantiene hoy la diferencia ideológica a la hora de comprometerse con la ciencia?

Creo que la derecha sirve a los intereses casi por definición, pero la derecha ilustrada puede combinar servir los intereses con cierto progreso en la sociedad. No es absolutamente incompatible y ha ocurrido históricamente. Pero la izquierda para mí se centra más en la idea del progreso de la sociedad. Los hombres conservadores son gente que no tiene en cuenta las posibilidades de cambio. No quiero decir cambio en el partido, sino cambio profundo de la sociedad. La izquierda siempre está más abierta a los cambios sociales.

Pero también hay una parte de la izquierda anticientífica...

Sí, es cierto, pero es la parte más descontrolada; no acepta cierto tipo de ciencia. Pero alguien de izquierdas que critica la ciencia probablemente lo haga por ignorancia, a veces es una ignorancia un poco exaltada. Sin embargo, creo que se trata de una parte minoritaria.

Cuando fue investido doctor Honoris Causa por la Universidad de La Laguna dijo que el objetivo de la ciencia era minimizar la falsedad. ¿Se exige a los científicos que tengan la verdad absoluta?

Sí, se ha hecho, y no debería. La ciencia camina, pero no porque haya llegado necesariamente a un punto final. La ciencia bien hecha sí avanza, mientras que la moralidad y la ética es mucho más difícil que avancen. La ciencia es un método para ir explicando, describiendo, entendiendo mejor las cosas, pero todavía hay muchas cosas que no se entienden y que no se describen. Y, además, las cosas que se han descrito pueden describirse mejor. Los científicos estamos siempre insatisfechos, no podemos pensar que lo sabemos todo, ni siquiera mucho.

Usted ha demostrado una gran implicación social: es miembro de la Pugwash Conferences for Science and World Affairs, que recibió el Nobel de la Paz por demostrar que la inspección remota de armamento nuclear era posible. También está muy implicado en el desarrollo de la Bolivia rural. ¿Los científicos deben comprometerse socialmente?

Por supuesto. La tarea principal del científico es investigar, pero eso no lo exime del contacto con la sociedad. Al contrario. Y sobre todo si su ciencia se presta a ello. Por ejemplo, los físicos y los químicos podemos entender y predecir el calentamiento global antes que la mayoría, y dado que es un peligro, es nuestra responsabilidad hacerlo. Sobre el resto de aspectos, áreas donde los científicos no somos necesariamente expertos, tendremos que comportarnos como personas. Creo que todo el mundo debe comprometerse. Y los científicos, por tanto, no podemos abstenernos.

¿Es falsa la imagen del científico en su torre de marfil?

Esa imagen es una exageración, pero tiene un fundamento parcial en la realidad. Yo, por supuesto, estoy en contra de estar en una torre de marfil, pero no como científico, sino como persona, simplemente.

Cuando llegó al Instituto Astrofísico de Canarias, a principios de los años 80, descubrió un gran entusiasmo entre los jóvenes investigadores. ¿Cómo es la situación hoy? ¿Persiste ese fervor contagioso?

Bueno, hoy es más rutinario.

¿Por qué?

Bueno, una de las razones de que la sociedad española fuera tan progresista en aquella época tenía que ver con la reacción en contra de la dictadura. Eso ya pasó y de alguna forma es más normal lo que hay ahora. La democracia está más consolidada y también la ciencia. Eso tiene ventajas. Hasta que llegó la crisis había más posibilidades de apertura. Es decir, hoy la vida científica es más rutinaria, pero más sólida. En Reino Unido la ciencia tiene siglos de desarrollo y todo es más tranquilo también. Aquí hubo un brote que no es lo normal ni debe serlo necesariamente. Todo el mundo estaba haciendo cosas nuevas en todos los ámbitos. Todo estaba en ebullición, incluida la ciencia.

¿El IAC está lo suficientemente mimado por las administraciones?

Nuestro instituto, por reconocimiento a su excelencia, ha ganado el galardón Severo Ochoa, y eso nos ha permitido superar de alguna manera los problemas de la recesión y los recortes. Hasta un punto hemos estado protegidos. No creo que haya sido solo gracias a la administración, pero reconozco que sí, que eso ha ocurrido. Y ha ocurrido en los 20 centros Severo Ochoa. Antes éramos solo ocho, y solo uno en Canarias. Considero que el IAC ha recibido más o menos fondos suficientes durante este período, aunque sean menores a los de antes, pero quizás no se han recortado tanto los fondos como en otros centros. Pero la ciencia, en general, ha sufrido un batacazo. El recorte en cultura tiene una razón puramente ideológica: callar a los que critican el régimen. Pero en la ciencia se puede hacer porque no aporta resultados instantáneos y gran parte de la inversión es a largo plazo. Es fácil recortar sin que los resultados salten a la vista inmediatamente.

La ciencia no tiene nacionalidad, es universal. Sin embargo, muchos científicos han tenido que emigrar por culpa de la crisis. ¿Cómo influye la captación de científicos en el liderazgo de los países?

Influye. Porque una cosa es la ciencia y otra la industria y la economía. Si un país quiere aprovechar bien a sus científicos, debe saber retenerlos, no solo en las universidades sino en la sociedad, porque pueden jugar papeles muy útiles. Si no, estás malgastando la inversión. Que los científicos se puedan ir a Estados Unidos, Gran Bretaña o Suecia es bueno para ellos, pero malo para España. Recortar en ciencia es una solución muy a corto plazo, es tener una vista semiciega de las cosas. No solo porque cercena el desarrollo de la ciencia en el país, sino porque impide los frutos de la ciencia en la sociedad.

¿Cuál es su diagnóstico sobre el estado de Canarias en cuanto a implantación de renovables y la historia reciente?

Quiero criticar con nombre al señor José Manuel Soria. Ha sido un desastre para el país y para Canarias. Lo ha hecho tan mal que solamente puedo sospechar intereses personales. Uno puede estar un poco a favor de las energías tradicionales, pero no hacer todo lo posible para impedir el desarrollo de las energías renovables. Y aunque no sé nada de sus intereses personales y esto no es una acusación directa, me sorprende tanto que haya hecho todo lo posible para impedirlo durante cuatro años que clama al cielo que tiene intereses. Dicho esto, pienso que en general los gobiernos canarios, da igual cuál, no han invertido satisfactoriamente en energías renovables. Hace cuarenta años viajé a Tel Aviv y había más placas termosolares que las que hay hoy en Santa Cruz de Tenerife o en cualquier municipio del sur. Es verdad que entonces ellos no tenían petróleo, pero eso no explica todo. También hay más parques eólicos por habitante en Aragón que en Canarias. Sinceramente, no puedo criticar suficientemente bien lo mal que se ha hecho. Canarias podría ser 100% renovable, abastecerse solo de este tipo de energías, pero no mañana mismo. Podría tardar diez o veinte años. Pero si hubiéramos empezado hace treinta años la situación sería muy distinta a la de ahora. No hay ninguna razón fundamental para no hacerlo. El Gobierno podría poner por obligación que todas las nuevas construcciones incluyeran medidas para aprovechar el sol. Para hacerlo ni siquiera tiene que promover la investigación, aunque haya que seguir haciéndolo. Por ejemplo, deberíamos investigar más en energía volcánica.

Las vocaciones científicas y las mujeres

Despertar las vocaciones científicas es uno de los retos que hay que abordar con urgencia, según el científico Juan E. Beckman. Desde su punto de vista hay varias razones para que en España no haya tanta vocación científica como en otros países, por ejemplo, Inglaterra. "La culpa de que las profesiones científicas no sean tan populares entre los jóvenes tiene mucho que ver con el hecho de que la industria en España no está bien desarrollada y no hay muchas oportunidades profesionales para la gente que se cualifica". Ese es uno de los factores que influyen en el reparto de alumnos en las distintas disciplinas, pero no el único. "Hay una falta de entendimiento y de identificación de la gente con la ciencia". Esta separación es mayor cuando hablamos de mujeres. "Tradicionalmente esta distancia ha sido mayor entre las chicas. Sobre todo en Física y Química. No hay mujeres suficientes. Es un desequilibrio que se tiene que corregir. Pero eso no ocurre solamente aquí, sino en todos los países".

Comunicar, clave para mejorar la cifra de alumnos

Hace unos meses se celebró en La Palma un seminario que tenía como objetivo favorecer el contacto entre científicos y divulgadores. "Fue muy interesante. Los científicos debemos relacionarnos mejor con los divulgadores, con los periodistas, porque es muy importante que expliquemos a la gente lo que hacemos", admite. "La profesión del periodista científico es relativamente nueva en España, pero tiene gran tradición en Inglaterra. Tiene más solera. Pero ahora hay una nueva generación en España que le está poniendo muchas ganas y lo está haciendo bien. La ciencia puede ser muy bonita, muy atractiva, no tan seca. No es imposible explicarle las cosas a la gente", subraya.

La ciencia básica y la ciencia aplicada: dos partes de lo mismo

Cuando Beckman ingresó en el Instituto de Estudios Canarios de La Laguna, tituló su conferencia "Astronomía: la utilidad de lo inútil". El título, arriesgado, intentaba entre otras cosas poner el foco en la necesidad de invertir en ciencia sin saber qué aplicación tendrá. La ciencia básica y la aplicada se acaban alimentando entre ellas. El astrofísico considera que en la actualidad se invierte poco en ambos tipos de ciencia. Ocurre en España y en Canarias. El hecho de que los recortes en ciencia no se noten de un día para otro da más margen a los gobiernos para usar la tijera, pero a largo plazo es indudable que esas decisiones tendrán un efecto en el progreso de las sociedades, argumenta.