José Marrero Méndez es agente de la Unipol de la Policía Local de Santa Cruz de Tenerife y el pasado viernes fue distinguido con la Medalla al Mérito Policial con distintivo de Plata. Su reconocimiento se hizo a propuesta del comisario jefe de la Brigada Provincial de Policía Judicial del Cuerpo Nacional de Policía por su meritoria contribución al esclarecimiento de la detención ilegal y el supuesto homicidio sufrido por el empresario granadillero Raimundo Toledo a mediados de diciembre pasado. Marrero sospechó de los dos jóvenes que esperaban en un coche frente a la casa de la víctima y que finalmente fueron detenidos y están en prisión por este trágico suceso. Llegó a conversar con ellos y trató de recabar la mayor información posible. Su aportación resultó valiosa para el Grupo de Homicidios del CNP y la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Guardia Civil que investigaban el caso. Su corpulencia trabajada en el gimnasio llama la atención a casi todo el mundo y ese aspecto de "culturista gigante" originó su entrada en el informe policial de esta historia.

El 15 de diciembre de 2015, el miembro de la Unipol aparcó en la calle Enrique Marco Dorta, próxima a la avenida 25 de Julio, en la capital tinerfeña. Estaba fuera de servicio e iba de paisano. Eran las cuatro de la tarde y se dirigía a buscar a su pareja. Cuando sacaba algunas cosas del maletero del vehículo, se fijó en otro coche estacionado en un cambio de rasante y orientado a la entrada de la vía. Era un Seat Toledo de color granate, algo tuneado y con los cristales tintados.

En su interior había dos ocupantes y al que estaba en el asiento del copiloto, el cubano Alexander R., le llamó poderosamente la atención el físico de Marrero. El caribeño Alexander R. también es una persona que acudía a gimnasios y le gusta estar musculado. El otro varón es delgado, de tez morena y rasgos latinos. El joven cubano se dirigió al policía local y le preguntó que si vivía por allí, lo cual ya empezó a resultar sospechoso para Marrero, tratándose de una persona con la que hablaba por primera vez. Además, el hoy procesado le preguntó que si, con ese cuerpo, era escolta o policía.

Tanto A.R. como el otro varón, de origen argentino y nacido en Australia, iban vestidos como si fueran pintores, con monos de trabajo y gorras. El profesional de la Unipol le aclaró al cubano que no vivía por allí y que simplemente había aparcado en esa zona residencial. Entonces, Alexander se interesó por su físico espectacular, por el tamaño de los pectorales y el aspecto de las piernas del policía. Esa forma de actuar del caribeño fue aprovechada por Marrero Méndez para "darle la vuelta, y sacar información de quiénes eran los dos ocupantes del coche y qué hacían allí". Marrero les dijo que era albañil y añadió: "y ustedes también, por lo que veo, ¿no?". El agente de la Unipol siguió haciendo preguntas: "¿trabajan por aquí?". Y la respuesta de Alexander generó más inquietud aún en Marrero, pues dijo: "No; nosotros somos del Sur". El que estaba sentado al volante del Seat no hablaba nada y era más reservado; a Marrero le dio la impresión de que no le estaba gustando la conversación que el cubano mantenía con un "extraño". El agente opina que el cubano, tal vez por sus nervios o su personalidad, actuó con una "tranquilidad pasmosa" si se tiene en cuenta lo que presuntamente hizo después. Eso sí, su comportamiento fue completamente irregular para tratarse de la primera vez que hablaba con una persona. A esas alturas, ya el agente de la Unipol había interpretado que los dos hombres tenían una actitud de "apostamiento" (espera y vigilancia de alguien). No trabajaban allí, eran pintores u obreros, aparcados en dirección a la entrada de una calle y en una zona residencial. Además, estaban aparcados en un cambio de rasante donde no se les veía, pero ellos sí veían a todo el que entraba. Es decir, "cantaban mucho" para la intuición de un policía. Mientras hablaba con Marrero, Alexander miraba el móvil y se comunicaba por whatsapp con otra persona. Hasta que le dijo al otro acompañante: "¡Creo que es él; ahí llega!". Se incorporaron un poco y dijeron: ¡No, no es él! Y el cubano siguió hablando con el agente, como si no hubiera pasado nada. A Marrero se le despertó el "olfato" de policía y se fijó en la matrícula del coche, memorizó su aspecto físico y trató de recordar todo lo dicho por su interlocutor. Pensó que ambos podían estar planeando un robo en una casa y esperaban a algún compinche. Nunca se imaginó lo que ocurriría varias horas después. Aunque tenía prisa, decidió dilatar la conversación sobre el aspecto deportivo. El argentino seguía sin hablar. Después, le dijeron que habían quedado allí con un hombre para cobrar un dinero por un trabajo. Pero, ante la posibilidad de que fueran a cometer algún delito, los vigiló de lejos durante algún tiempo. Pero no hicieron ningún movimiento extraño. Y decidió marcharse, pues ya tenía datos objetivos para identificarlos si hubiese algún robo.

Marrero destaca la importancia que la información ciudadana tiene para las fuerzas de seguridad. Y en este caso concreto comenta que el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional y la Policía Judicial de la Guardia Civil realizaron un "trabajo excelente", que permitió esclarecer el asunto y detener a los implicados en un periodo de tiempo corto.

El domingo 20 de diciembre consultó con su superior jerárquico y acudió a relatar la información que tenía al Grupo de Homicidios. Situó a los presuntos autores del homicidio en el lugar donde vivía el fallecido (un detalle importante para la investigación) y, además, los reconoció en las fotos que le mostraron. Los investigadores del CNP y Guardia Civil seguían a la dueña del coche (que también fue detenida) y a su entorno, pero ubicar en la calle Enrique Marco a ambos latinoamericanos facilitó las pesquisas. Para Marrero, la "brillante" investigación de ambos cuerpos le demuestra que el "sistema funciona". Reconoce con honestidad que "hubiera cambiado la medalla que me han concedido por haber llegado más tarde a la calle" y haber impedido la detención ilegal y el homicidio del empresario. Aclara que, con uniforme o no, siempre se es policía.