Situemos la clave de la prevención en el individuo, no en la sustancia. Luchamos por el derecho de cualquiera al bienestar mental.

Las drogas son sustancias poderosas que pueden tener consecuencias dañinas. Son muchos los jóvenes y las jóvenes que han probado una droga ilegal o legal, como el tabaco y el alcohol, y esto resulta insoportable.

Pero debemos ser conscientes de lo que nos dicen estos datos. Nos están informando de los jóvenes que usan drogas, no de los jóvenes que abusan de ellas.

Lo cierto es que los adolescentes usan drogas como parte de su conducta exploratoria y solo un pequeño número las utiliza para manejar problemas que no pueden abordar.

Los problemas surgen cuando un adolescente no está integrado en actividades que expresan valores positivos y le hacen feliz, además de no contar con una familia y un entorno social que le apoyen.

Estos factores crean baja autoestima y un deseo de escapar de sentimientos como la inseguridad en sí mismo, impotencia o desesperanza.

Las drogas ofrecen ese escape, aunque sus consecuencias a largo plazo puedan ser perjudiciales. Pero un joven con factores de riesgo no está destinado a ser un abusador de drogas; simplemente está en mayor riesgo.

Estos adolescentes pueden construir sus fortalezas para prevenir que los factores negativos dominen sus vidas. Todo lo que conocemos nos hace aseverar que una buena educación, tener un buen trabajo y una vida plena son antídotos para el abuso de drogas.

La mayor razón por la que la gente joven abandona el uso de drogas es por estos motivos. Solo siendo conscientes de la realidad en todas sus vertientes podremos ayudar a nuestros jóvenes a elegir un camino saludable y que les conduzca a una vida plena y feliz.

Los niños o niñas predispuestos a la adicción tienen emociones negativas crónicas, como el miedo, la depresión o la ansiedad; un entorno que niega las oportunidades de crecimiento y satisfacción, e historias de dependencia, incluida las familiares.

Por otro lado, los niños y niñas a prueba de adicciones tienen habilidades para obtener recompensas reales, paciencia para aprender y desarrollar estas habilidades y valores que apoyan la moderación y el rechazo de la adicción.

Estos activos personales no garantizan la inmunidad frente a la adicción, como tampoco las deficiencias aumentan el riesgo a padecerla.

Pero podemos actuar, si queremos, sobre estos factores que potencian o previenen la adicción. Porque también sabemos que la gente joven supera la adicción cuando desarrollan las capacidades para conseguir recompensas en su vida, tienen valores opuestos a la adicción, aprenden a resolver sus problemas emocionales y dejan de tener ansiedad, depresión o miedo.

Estos jóvenes maduran, de manera que sus necesidades se mueven más allá de las propias, sienten que tienen cierto control sobre su vida y que pueden conseguir lo que desean en ella.

Conseguir que nuestros jóvenes no vean el consumo habitual de drogas como algo atractivo o inevitable conlleva la incorporación de modelos de educación y de prevención, basados en la evidencia científica, que consigan promover resiliencia y otras capacidades emocionales.

Si queremos entender todo tipo de conductas autodestructivas, necesitamos una concepción más amplia que la de que las drogas son adictivas.

La adicción es una forma de relacionarse con el mundo. Es una respuesta a una experiencia que las personas obtienen de una actividad o un objeto. Les absorbe porque les proporciona recompensas emocionales esenciales, aunque limite y dañe su vida progresivamente.

Es, a grandes rasgos, una cuestión competitiva. La evidencia nos dice que si se está satisfecho con la propia vida, aunque puedan existir escarceos con el consumo de drogas, este se abandona pronto.