Más de la mitad del precio que pagamos por el combustible de nuestros vehículos son impuestos especiales. Y es que los impuestos indirectos son un alimento fabuloso para la cosa pública. Es una fiscalidad con anestesia, donde el paciente no nota que le están sacando la sangre. Cuando compras un producto el impuesto ya viene sumado al precio del bien, con lo que no percibes cuánto estás pagando por una cosa y cuánto por la otra.

Los gobiernos europeos decidieron aplicar un impuesto especial salvaje sobre los combustibles, para evitar el uso masivo de los vehículos, fomentar el transporte público, evitar la contaminación y, por supuesto, llenarse el bolsillo. En las grandes ciudades, donde la calidad del aire esta en precario equilibrio, tiene sentido establecer medidas que incentivan el uso de los diferentes tipos de transporte público.

Hace muchos años el Gobierno de Canarias acordó establecer un impuesto especial sobre el combustible en las Islas. Prometió que sería un colchón para absorber la variación del precio del crudo y dejar siempre un precio estable. Pero como todas las promesas de los gobiernos en materias de impuestos, duró lo que un caramelo a la puerta de un colegio.

Con la mansedumbre habitual, la sociedad canaria aceptó bóvidamente que le metieran la mano en el bolsillo. Ya estaban habituados. Para pagar la naciente administración de la nueva autonomía, Canarias fue dejando atrás su baja fiscalidad para empezar a sacarle la manteca a los ciudadanos.

Con el mismo desinterés, la sociedad escucha hoy hablar del "céntimo verde" que se está considerando aplicar sobre el precio de los combustibles para recaudar unos siete u ocho millones más al año, que se destinarían a "políticas ambientales". La gente pensará, total, ¿qué es un céntimo más por litro, ni se va a notar? Es justo lo que piensan los vampiros.

El marketing fiscal ha evolucionado a mejor y ahora se trata de ponerle nombres sugerentes a los productos. El "céntimo verde" es como la "ecotasa" o la "tasa turística". Marcas sonoras que se vinculan a finalidades altruistas. No es que se lo vayan a pulir en juergas sino que lo que se recaude será para el cuidado de la naturaleza. Ya nos quedamos más tranquilos. No tendrán el mismo fin que los demás impuestos.

Todo es pura filfa. Los siete millones del "céntimo verde" se diluirían en los mil quinientos millones que recauda cada año la Hacienda canaria de los productos que comemos y bebemos. Y después vendrá el "céntimo rosa" para recaudar dinero para la lucha contra el cáncer de mama. ¿Por qué no si la causa es igual de noble? Y luego el "céntimo rojo", para gastarlo en la lucha contra el sida. Y así sucesivamente. Y luego serán dos céntimos, porque todo va subiendo excepto lo que nosotros quisiéramos, que suele ir bajando.

En un país como Canarias, donde la gente está condenada a utilizar sus coches y donde el único transporte que existe es el de las carreteras (llenas de baches y colas) los recargos especiales sobre el combustible son una especie de desvergüenza. Un céntimo más es un centésima parte de una desvergüenza.

Trabajo seguro

A Joan Rosell, presidente de la CEOE, le ha caído la del pulpo por decir que eso del empleo fijo es un concepto del siglo XIX. Rosell aún no ha entendido que un sindicalista puede decir lo que se le pase por el forro, pero un patrono está delimitado por los límites de lo políticamente correcto. Este país odia a los empresarios y a ver si lo vamos entendiendo. El éxito sólo se puede tener si eres torero, futbolista, actor de cine o te toca el "gordo" de la Lotería. Si te lo has ganado trabajando, fundando una empresa, dando dos o tres mil puestos de trabajo y haciendo una pequeña fortuna, entonces eres una especie de explotador. Por eso la gente adora al Ronaldo del Real Madrid y mira con recelo al Amancio Ortega de Zara, por mucho que éste último se intente hacer perdonar su talento y su éxito empresarial donando millones a la Sanidad pública, creando miles de puestos de trabajo y exportando el prestigio del nombre de España por todo el mundo. Tal vez en el pequeño detalle de que odiemos tanto a los emprendedores que triunfaron esté la explicación de muchos de los males que padece nuestro país.