Una pelea callejera en La Ranilla, un informe que le costó la alcaldía del Puerto de la Cruz, un artículo en el que cuestiona cómo es posible que los extranjeros sigan expoliando los recursos naturales de la Isla sin que nadie ponga coto a sus abusos... Esas solo son tres referencias de la exposición dedicada a José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883) que se pueden ver en la actualidad en la Biblioteca Universitaria del Campus de Guajara de La Laguna.

Sus herederos respetaron durante tres generaciones la última voluntad de un personaje imprescindible para entender mejor no solo la historia de la ciudad turística, sino aspectos asociados a la evolución de Tenerife y Canarias durante el siglo XIX. De esa época era el mueble que custodiaba el fondo que Rosario Fernández Álvarez, Carmen Fernández Álvarez y Eladio Santaella Álvarez, tres bisnietos de José Agustín Álvarez Rixo, donaron en el año 2014 a la Universidad de La Laguna renunciando a cualquier contraprestación económica. Paz Fernández Palomeque es la coordinadora de un equipo de trabajo que contó con un "stage" académico compuesto por Adán Rocío Palmero, Antonio Tejera Gaspar, Carmen Díaz Alayón, Clementina Calero Ruiz, Francisco Javier Castillo, Gonzalo Pavés Borges, Jesús Díaz Armas, José Javier Hernández García, Juan Antonio Ramos Arteaga y Teresa Noreña Salto.

El testamento en el que Álvarez Rixo expresaba el deseo de que sus pertenencias no salieran de su casa -un gran inmueble que en la actualidad está en venta- es una de las numerosas "joyas" que se exhiben en una colección entregada a la ULL para garantizar su buena conservación: los manuscritos se protegen con papeles no ácidos, resguardados en un lugar con una temperatura y humedad constante y estableciendo unas normas de seguridad.

La prohibición de usar bolígrafos y la entrega del material digitalizado (copias) a las personas que recurran al fondo es el protocolo que habitualmente se sigue cuando se gestiona un préstamo. "Uno de los objetivos que nos propusimos al catalogar y ordenar esta colección era difundir la existencia de la misma como plataforma para llevar a cabo estudios artísticos, arqueológicos, económicos, históricos, lingüísticos...", enumera Fernández Palomeque.

Parte del material que los descendientes de Álvarez Rixo cedieron a la ULL hace dos años ya se expuso en una muestra que se organizó en la Villa de Garachico coincidiendo con la celebración del centenario del nacimiento del cronista, polígrafo y político portuense. Hijo de un portugués y una orotavense, José Agustín repartió su infancia en cuatro ejes: su Puerto de la Cruz natal, la etapa que pasó en Arrecife de Lanzarote, su ingreso en el Seminario Conciliar de Las Palmas de Gran Canaria y, por último, un ciclo que vive junto a su tío-abuelo en tierras portuguesas. La esencia de "José Agustín Álvarez Rixo. Escribir para no olvidar" se concentra alrededor de la gran capacidad de observación que tenía un personaje, para muchos estudiosos un ilustrado alejado de su tiempo, que se empeñó en dar fe en sus textos y dibujos de sus inquietudes culturales e intelectuales.

A pesar de tener una vena algo conservadora, Álvarez Rixo se mostró siempre un firme opositor del poder establecido y, sobre todo, volcó en sus creaciones algunas cuestiones con una enorme carga social: en los cuatro volúmenes que dedicó a la historia del Puerto de la Cruz traza la planimetría de la ciudad y acentúa la necesidad de crear un hospital y bibliotecas como fuentes de sabiduría.

Más allá de un egocentrismo dosificado -Álvarez Rixo se autorretrata, siempre más joven de lo que realmente es, en notas e informes-, la labor desarrollada por José Agustín cobra una dimensión especial cuando relata "cómo las momias guanches se utilizan como abono en determinadas zonas rurales o incluso un estudio documentado con varios dibujos (en el que aparece el autor del mismo) que realiza en la cueva de Tamaide -lugar en el que residió Bencomo, el legendario mencey de Taoro- en el que claramente se aprecia su enorme agudeza visual y literaria para contar su realidad. "Todos los sucesos que no se escriben en papel se olvidan", sostenía el cronista que llegó a ocupar el cargo de regidor en el Puerto de la Cruz.

De su ciclo como alcalde, entre otras muchas medidas, cabe destacar la realización de un padrón oficial de La Ranilla que se puede ver en la muestra que se inauguró coincidiendo con la celebración del Día del Libro en la Biblioteca del Campus de Guajara. De ese mismo periodo es un documento crítico que le costó la alcaldía norteña. El contenido de este trataba la obligatoriedad de que el suministro de agua fuera gratuito. A partir de ese posicionamiento elaboró un escrito en el que especificaba dónde emanaban las aguas del reino... Su reintegro en el bando de los ciudadanos sin beneficios políticos lo convirtió en un altavoz que "sonó" en las páginas de periódicos editados en Tenerife y La Palma: en la muestra de Aguera hay pruebas impresas de las colaboraciones de Álvarez Rixo por La Aurora, El Time, El Teide, El Daguerrotipo, El Conservador, El Guanche, El Isleño o El Eco del Comercio.

Pero el proyecto expositivo que impulsan el Vicerrectorado de Tecnologías de la Información y Servicios Universitarios y la Biblioteca Universitaria también deja al descubierto el perfil más artístico de un escritor que realizó numerosas "máscaras" -pequeñas teatralizaciones para mostrar en los carnavales portuenses-, una novela corta titulada "Fray Luis de la confusión" (que se va a editar próximamente) o un libro de anécdotas en el que aparecen "retratados" personajes que tuvieron cierta relevancia en el Puerto de la Cruz que conoció Álvarez Rixo, quien también dio forma a un amplio recetario (gastronómico y médico) y unas curiosas anotaciones que eran muy útiles para encargar las botas que se fabricaban en Londres: en esos papeles se detallaba cómo había que tomar las medidas para facilitar el trabajo de los zapateros. Esa recomendación y muchas más residen hoy en La Laguna.

Crónica de un pensamiento ilustrado fuera de su tiempo

Hijo del comerciante portugués Manuel José Álvarez Pedreira y de la orotavense Gregoria A. Rixo de Chaves, el protagonista de la exposición "Escribir para no olvidar" nació en el Puerto de la Cruz el 28 de agosto de 1796. Educado entre el municipio norteño y su etapa en Gran Canaria, existen tres referentes en el pensamiento de un joven que se formó bajo la tutela de Graciliano Afonso, que entró en contacto con Antonio Pereira Pacheco y que conoció a Viera y Clavijo durante su estancia en el Seminario Conciliar. Además del español, Rixo Álvarez hablaba francés y portugués.

Con treinta años ocupó el cargo de diputado en un consistorio cuya junta de gobierno estaba presidida por Tomás de Armas. Más tarde accedió al puesto de alcalde real (1828) y acabó siendo alcalde constitucional (1855). José Agustín no solo es testigo del pasar del tiempo en Martiánez. Su curiosidad lo lleva a realizar varios estudios en la misma línea del que hizo sobre cómo conservar las tradiciones en festividades con el perfil de la romería de Guía de Isora. Bocetos para decorar cruces, invitaciones de boda e incluso una especie de tarjeta para escribir en clave conviven en una colección en la que hay objetos datados entre los años 1620 y 1945. Las consecuencias de las plagas de langostas, estudios sobre el cultivo de la papa, la utilización de la cochinilla o las relaciones comerciales que se establecen en los puertos -en una de las láminas aparecen pintados los colores de las banderas que tenían negocios marítimos con Tenerife- o cuentos dan vuelo a una herencia en la que está la última carta que su padre escribió a su madre, un grabado del pintor Luis de la Cruz y Ríos y un fondo literario en el que se aprecian libros con unas elegantes encuadernaciones.

las cifras

800 manuscritos componen el fondo que tres bisnietos de José Agustín Álvarez Rixo donaron en 2014 -sin una contraprestación económi-ca- a la Universidad de La Laguna.

500 dibujos integran un legado que durante tres generacio-nes se guardó en tres cajo-nes de un mueble del siglo XIX. La mitad de las láminas son exentas y las otras 250 se integran en los manuscri-tos.

325 años es el margen cronólo-gico que separa la pieza más antigua de la más re-ciente que se expone en las dependencias universitarias de Guajara.

40 personas han participado en el proceso de investiga-ción y en los preparativos de la exposición -trece son docentes de la ULL-, que se puede visitar hasta el 20 de junio. Media docena de co-laboradores contribuyeron al montaje de un proyecto que tiene una vida paralela en las redes sociales.