El hallazgo se produjo el lunes por la tarde cuando María Victoria volvió de la peluquería, a donde había ido a despeinarse, a juzgar por el aspecto con el que regresó al edificio. El ascensor estaba ocupado, así que decidió subir por las escaleras y, allí, en el escalón número nueve, se topó con aquel extraño mensaje.

-Lo que no entiendo es cómo no lo habíamos visto antes -se preguntó la Padilla.

-Porque, hasta ayer, había una capa doble de polvo incrustada que ocultaba lo que había debajo, pero, con la refriega que le ha pegado Carmela esta mañana, han salido a la luz esas marcas -explicó Brígida.

Al oírlas, yo me acordé de lo que solía decir mi abuela: "No se dan puntadas sin hilo", y pensé que tenía razón porque el zafarrancho de limpieza al que sometió Carmela las escaleras tenía un hilo bastante grueso: las mellizas. Como las niñas han comenzado con el destete y también a gatear, Carmela, temerosa de que pudieran coger alguna infección, decidió hacer limpieza a fondo. Las escaleras habían acumulado tantas capas de suciedad encima que llegué a temer que, en una de ellas, aparecieran los restos de algún vecino de los que vivió en el edificio siglos atrás.

Para evitar que alguien manipulara las pruebas, Eisi se apresuró a clausurar el escalón.

-¡Eh! No puedes cortar el acceso a mi vivienda -se quejó María Victoria.

-Silencio. Desde este momento, estoy al frente de este caso -le advirtió él, mientras colocaba una valla amarilla.

-Hace años vi una película en la que una chica encontraba un mensaje parecido a este en una pared y, al final, descubrían que era de alguien que estaba pidiendo auxilio porque lo iban a matar. Creo que deberíamos llamar a la policía -alertó la Padilla.

-Pues si es así ya debe estar más que muerto. Estas escaleras no se limpian a fondo desde la guerra del Peloponeso o antes -dijo Eisi al tiempo que recibía un golpe seco de Carmela en toda la espalda con la fregona.

-¡Bueno, ya está bien! No desvíen el tema. Hay una persona que podría estar a punto de morir y nosotros, pensando en la limpieza -lamentó Carmela, rescatando a una de las mellizas del suelo, que se afanaba en limpiar a lengüetazos uno de los zócalos.

Esa tarde, Eisi estableció un dispositivo de investigación en el escalón para tratar de descifrar aquel mensaje. Como primera medida, decidió interrogarnos a todos.

A Xiu Mei, por si aquello tuviera algún origen oriental.

-Yo no mi entiende eso -dijo ella.

-Ni eso, ni nada -masculló Carmela, que no se separaba del escalón porque decía que ella fue la que sacó a la luz el mensaje y que si era la pista que conducía a un tesoro le tocaba quedarse con el cincuenta por ciento.

Eisi también sondeó al padre Dalí por si se trataba de algo divino pero tampoco.

Después de tres días de interrogatorios intensos, absurdos e improductivos, el "inspector" Eisi decidió pasar al plan B. Bebida. Necesitaba un par de cervezas para sobrellevar aquel misterio que, cada día, se alejaba más de la posibilidad de ser resuelto.

Pero el jueves por la tarde, el caso dio un giro de 180 grados cuando la Padilla regresó de su paseo diario con Cinco Jotas y comentó que creía haber visto aquellas marcas en alguna parte.

-Haz memoria -le presionó Eisi. Empezaba a temer que se quedaría sin ver la final de la Copa del Rey.

Mientras la Padilla y el cerdo atravesaban el pequeño paso que Eisi había habilitado entre la valla y la pared para que pudiéramos acceder a resto de las escaleras, una de las mellizas que gateaba por la zona levantó su bracito y señaló a Cinco Jotas. Inmediatamente, Carmela gritó:

-¡Es él!

El rastro que habían dejado las patitas de Cinco Jotas era idéntico al mensaje misterioso, con lo que Eisi activó el Plan "C acabó". Le dio un último trago a la cerveza, quitó la valla y disolvió el dispositivo de investigación. La Padilla se marchó avergonzada.

Al día siguiente, Carmela no vino a trabajar y se pasó el día paseando a sus mellizas por toda la calle, contando cómo una de ellas había resuelto el enigma.

@IrmaCervino

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