Podemos en general y Pablo Iglesias en particular tienen la piel muy fina con respecto a Venezuela. Pero el nacimiento de ese partido está indisolublemente unido a ese país. Podemos toma su nombre -o por lo menos tiene el mismo- de Por la Democracia Social (Podemos) fundada en 2002 en Venezuela. Tiene lógica que el partido en España devenga del nombre venezolano habida cuenta de que los fundadores de Podemos, en su etapa como miembros del CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales), trabajaron de asesores para los gobernantes chavistas.

Esa sombra ha perseguido con incomodidad al partido español desde su nacimiento. Provocó la retirada a un segundo plano de Juan Carlos Monedero, que puso la supervivencia del proyecto por encima de sus intereses y se ofreció a las llamas mediáticas para focalizar en su persona lo que no era un asunto estrictamente suyo.

Pero las acusaciones de financiación de Podemos por el Gobierno bolivariano no han cesado. Varios periódicos españoles han publicado la cifra de catorce millones de euros supuestamente invertidos por Maduro para crear una nueva opción política en España. El director de la tesis de la presidenta del Tribunal Supremo venezolano, Gladys María Gutiérrez, fue Francisco Palacios Romeo, profesor de la Universidad de Zaragoza, que fue su vez asesor en asuntos jurídicos del Gobierno bolivariano. Y Juan Carlos Monedero estuvo en el tribunal donde Gladys Gutiérrez defendió su tesis. Todo queda en casa.

Los lazos entre Podemos y el chavismo venezolano son evidentes. ¿Y qué? Pues nada. Es lo normal. Excepto que la situación a la que el chavismo ha llevado al país está al borde de la catástrofe y a nadie le gusta que le vinculen con un fracaso social de las magnitudes apocalípticas que se dan en Venezuela, un país dividido, en la ruina, con desabastecimiento, una inflación astronómica y un Gobierno que va camino del autogolpe de Estado.

Pablo Iglesias ha evitado condenar al Gobierno de Maduro, tal vez porque hay que tener cierta consideración con los viejos clientes. Y sus declaraciones sobre los presos políticos y la deriva autoritaria de un Maduro tan vehemente como siempre y más desesperado que nunca han sido siempre ambiguas. Por eso es notorio que haya dicho venenosamente que Ciudadanos ha ido a rodar un anuncio electoral a Caracas porque no quiere hablar de España ni de los asuntos del país.

Que Rivera ha ido a Venezuela buscando repercusión política es evidente. Y su apoyo a la oposición a Maduro también. Pero no sé muy bien en qué medida es criticable. Iglesias fue a Grecia a apoyar a Tsipras en la misma clave política. Y Pedro Sánchez a Portugal a buscar consejo. Pablo Iglesias ha tenido, en este caso, más lengua que cerebro. Criticar a Rivera por ir a Venezuela es mojarse donde siempre se mantuvo seco. Y resucita la ominosa sombra del trabajo de cuadros de Podemos para el Gobierno bolivariano. Perfectamente legítimo pero un fiasco total a la vista de los resultados. Cuando se factura por asesorar un fracaso, igual estás más guapo callado.