Benjamín Zander, el director de la Orquesta Filarmónica de Boston, al que sigo por la interesantísima visión que transmite sobre el liderazgo, explica en una de sus entretenidas conferencias cómo suena un niño de siete años tocando el piano y lo interpreta con su ritmo de aprendiz y su movimiento de cabeza. Luego, sigue mostrando cómo suena esa criatura después de un año practicando con el instrumento. A continuación -indica-, "quizás practica otro año más y, en ese caso, el niño suena así". Incluso nos enseña cómo lo hace un año más tarde, después de seguir entrenando. Y de nuevo al piano, vuelve a exponernos con qué ritmo y con qué movimiento de cabeza acompaña el sonido ese mismo crío de diez años. "En ese punto -afirma- usualmente se rinden". Ahora bien, señala con una sonrisa, "si hubiera esperado un año más, hubieran escuchado esto". Y sentado al piano, esta vez interpreta la música con suavidad, con mayor destreza, como dejando que su cuerpo entero le acompañe sin brusquedades.

¿Qué fue lo que pasó? "Quizás pensaron que se volvió apasionado, comprometido, involucrado, un nuevo maestro o cualquier otra cosa", dice. En el diálogo que mantiene con el público señala: "Lo que realmente ocurrió fue que los impulsos se redujeron". Entonces da una explicación técnica para los que desconocemos cómo se interpreta la música. La primera vez, el niño tocaba con un impulso en cada nota. La segunda vez, con un impulso en notas alternas. Con nueve años ponía el impulso cada cuatro notas, y con diez años cada ocho. Cuando el crío prolonga la formación un año más, logra mantener el impulso en toda la frase. Y Zander interpreta la melodía tocando las teclas con delicadeza, deslizando sus manos sin cabecear sobre el piano para que veamos cómo el sonido resulta ligero y hermoso.

La charla TED de este carismático director, que puedes ver en la web, continúa con aportaciones la mar de interesantes. A mí me llamó la atención la pregunta que formuló: "¿Qué fue lo que pasó?" Yo diría que, en este caso, el crío de diez años no renunció.

Carlos Soria es un alpinista español que en la madrugada del 1 de mayo coronó el Annapurna, la décima montaña más alta de la tierra. He leído que su plan es alcanzar las catorce montañas más elevadas del planeta, para lo cual solo le faltan dos de ellas. Carlos tiene setenta y siete años.

Una entrevista reciente del diario Público cuenta que este veterano es conocido como el Mick Jagger de las cumbres. Carlos Soria se ganó la vida como tapicero, pero nunca dejó de escalar montañas. Recuerda que "a los veinte años, no tenía ningún apoyo". Por eso -explica-, lo que diferencia su biografía es "la continuidad..., esto de tener un gran patrocinador ha llegado al final de mi carrera". Los achaques de su rodilla ahora ya no juegan a su favor. "Bueno, sí, claro -le relata al periodista-, el secreto está en adaptarse a lo que uno tiene, a cada situación. Yo también tengo dolores. Mi rodilla de vez en cuando me da toques de atención". Con ingenio añade: "Pero hay que saber disimularlos y si te duele la pierna izquierda, lo que hago es no dejar de mover la derecha. No conozco otro remedio". Se trata de "luchar por lo que a uno le gusta y, a veces, conseguirlo...". Y asevera finalmente: "A los setenta y siete años no voy a renunciar a mis sueños".

Lo mismo da que seas un aprendiz de pianista o un veterano alpinista. Lo mismo da si tienes diez años o setenta veces diez. Por lo que se ve, en esto de los sueños, la cuestión es no dejar de creer.

@rociocelisr

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