Me imagino un ayuntamiento del Sur de Francia que debatiera el asunto de la dictadura franquista en España (votada masivamente por millones de españoles en varios referéndums). Y que cuando se tratara de aprobar una moción en defensa de la democracia de los españoles y de la puesta en libertad de los presos políticos se levantara un concejal para argumentar que sería más importante debatir sobre los pobres que no tienen hogar en el municipio. Ese es justamente el papel que ha hecho la izquierda en Santa Cruz de Tenerife. Bochornoso. Despreocuparse de lo que ocurre en Venezuela y justificarlo en que mejor sería ocuparnos de nuestros propios asuntos es un argumento tan pobre que sonroja. Nicolás Maduro no es un dictador, pero la democracia venezolana se está degradando de una forma alarmante y el gobierno antaño democrático evoluciona hacia un autogolpe de Estado. Ni la complicidad ideológica ni la ceguera estratégica pueden ser excusa para no ponerse del lado de quienes defienden el derecho a la libertad de los ciudadanos.

Leopoldo López, junto a otros muchos opositores, ha sido encarcelado por razones políticas en una Justicia donde los fiscales que le acusaron huyen del país para declarar, ya fuera de sus fronteras, que el juicio fue una farsa. Los mismos, exactamente los mismos que defienden en España a Arnaldo Otegui, que le abren las puertas de los salones de plenos de los ayuntamientos y lo pasean por Europa, no pueden argumentar lo contrario cuando se habla de Venezuela y alegar que López debe estar entre rejas por "deslealtad democrática". ¿En serio? ¿De verdad que la deslealtad democrática debe llevar a la cárcel? ¿Vamos entonces haciendo sitio para Artur Mas y Puigdemont y los que vayan saliendo del proceso de desconexión?

Defender aquí a Otegui les instala en la sensatez frente a la caverna de la derecha. Pero condenar allí a López les sitúa en la caverna del sectarismo de la izquierda radical. Sólo demuestran que sus argumentos pueden retorcerse contra la razón, en la pura conveniencia de sus intereses. Por eso la ley de amnistía decretada en abril del año 2000, que perdonaba en Venezuela a los militares encausados por rebelión, fue buena. Y la amnistía de 2007, por la que Hugo Chávez terminaba de limpiar delitos pasados de sus compañeros de viaje, fue buena. Y por eso la ley de amnistía que pretende sacar ahora la oposición es mala, porque pretende perdonar a la perversa oposición, incluso a gente que fue detenida "por tenencia de drogas". Escuchar a la izquierda decir estas cosas produce un terrible desconsuelo.

La terca resistencia de cierta izquierda española a abandonar el naufragio de la revolución bolivariana no se explica sólo por razones sentimentales. Uno no se puede abrazar con tanto amor a un barco que se hunde con millones de víctimas a bordo. El hambre, el desabastecimiento, la violencia, la degradación institucional, el uso del Ejército, el hecho de que Maduro se agarre al poder como cualquier otra garrapata del pasado, son hechos tan evidentes que es imposible no verlos. Excepto que se vuelva el rostro. El problema de la izquierda española con Venezuela no es que no vea, es que cierra los ojos y no quiere ver el fracaso de una revolución pervertida y carcomida. La historia les juzgará.