El político, de ellos, los que se consideran protagonistas de la política, que sin su concurso el mundo estaría al revés y el famoso cambio jamás se lograría, están entre las bambalinas de un gran espectáculo.

Haciéndose eco de que el medio es el mensaje de Mc Luhan, llegan a la conclusión de que el determinismo tecnológico que existe se traduce en decir "somos lo que vemos". De ahí que la política cercana, la de Rajoy, Iglesias, Sánchez o Rivera, está enrocada en el intento de hechizar con la imagen, "de engatusar con el gesto y adular con el porte". Y como base de sus discursos, la gran mentira.

Se afanan, dicen, por defender a la sociedad y procurarle todo tipo de satisfacciones, pero cuando el espectáculo se termina y aparece la cruda realidad ya sin bambalinas, de mano de la nada se comprueba que las apariencias se han esfumado y tras la máscara gestual de los protagonistas en sus rostros, aunque sonrientes y triunfadores (todos ganan), la marca de la depresión es descriptible.

La raíces de la vinculación entre política y espectáculo se pueden encontrar desde Platón, Kant, J. S. Mills o Maquiavelo, el cual enfatiza la conexión entre engaño, simulación, recurso, a la apariencia y ejercicio de poder. Llegándose a decir que el político debe tener las cualidades del león y del zorro. Del león para deshacerse de los lobos y del zorro para ser astuto, y además el que llega al poder no está obligado a mantener su palabra.

Dentro del espectáculo en el que se ha convertido la política, se han puesto en escena una serie de modales, de tic, maneras de gesticular, ropas, unos en camisa, otros en corbata y los siguientes descorbatados, y todo ello dirigido hacia los que están en el patio de butacas para que se sientan reflejados en el entorno de la degradación de la política.

Y tan es así que se oye decir: es que visten como nosotros, es que se desaliñan el pelo como el resto y son tan magistrales actores que los del patio de butacas llegan a creerse que todo lo que hacen, desde la mímica más estudiada hasta el discurso vacuo, lo interpretan con tanta maestría que es como si se trasladarán del patio de butacas al escenario y pregonen "es que son como nosotros".

Y en ese medio nos movemos. En ese espectáculo, en el que se encuentra embaucada gran parte de la sociedad que, atónita, espera la llegada de los que no se cansan de ser pregoneros de la mentira y que condicionan su éxito a ese "determinismo tecnológico" que los sitúa como indispensables para el "cambio" o, de lo contrario, lo que está a la espera será la miseria y los desajustes sociales.