A nuestras pacíficas manifestaciones y labores siempre se opondrá la violencia de las instituciones

Herbert Marcuse (1898-1979)

Difícil y complicadas se ponen las cosas cuando no hay interlocutores válidos. Va lo de la validez, identificando a aquellos que no quieren escuchar, que no atienden a razones, que sus mentes están tan deformadas que es imposible que entren en ellas las ideas generosas y sujetas a la verdad que deben de presidir todas las acciones de las personas en la vida, siempre unidas a la verdad y lejos de sucias patrañas.

Existen personas cuyo trauma está tan definido que deberían estar recluidas en un manicomio. Imposible entonces hablar con esta clase de gente de "resolución de conflictos". Menos aún de la "no violencia". Para estas personas "poner los cuernos" es acostarse con otra en una cama. Violencia es pegar puñetazos, arañar, morder... La violencia real, la de la palabra y la obra, va con dicha gente. No hay manera de conseguir que no hagan daño con lo que hacen o dicen. Nada está bien hecho incluso si lo hacen estas mismas personas. Peor aún las que dogmatizan diciendo que se puede hacer lo que a uno le dé la gana, siempre que nadie se entere. Es su manera de andar por el mundo. Lo estamos viendo en la vida, política, en la empresarial, en nuestra vida privada...

Ocurre entonces que, como leíamos hace poco en una edición de EL DÍA impreso, de Santa Cruz de Tenerife, estas personas no atienden a razones, ni a nada que pueda contradecir sus ideas. Increíblemente son capaces de ver lo que piensan, de elucubrar las más complicadas situaciones.

Estos son los factores dañinos que nos descontrolan la presión arterial y que muchas veces nos han dejado al borde del precipicio a los que sentimos y padecemos todo nuestro entorno, entendiendo en ello el medio en que vivimos, la sociedad, la familia... No importa; estos signos evidentes (que a más de uno han llevado a la tumba) no tienen mayor importancia para quienes el "yo" es su principal preocupación. Todo para estas personas son majaderías e inventos fabricados con personas cómplices, que pueden ser incluso hasta médicos de cabecera. Todo, para nosotros, horribles patrañas sin pies ni cabeza, que los que no tienen otra cosa que hacer lanzan sobre las personas honradas que se han pasado la vida solo pensando en eso, en el trabajo, y que, la mayoría de las veces, son sueños ideados para justificar antiguas conductas de los mismos, donde la basura les brota hasta por los oídos. Es su justificación: yo soy malo, pero tú también. Torpeza injustificada que conduce a situaciones difíciles de resolver, entorpece el trabajo honrado, lesiona nuestra moral, tortura nuestra alma y deja un reguero de desilusiones imposibles de recuperar. Todo sin nada real que lo justifique, fabricado por mentes trastornadas que han llevado al crimen a más de uno, y que parece es difícil de erradicar de la vida misma.

¿Cómo hablar entonces de la no violencia? ¿Cómo intentar reflexionar sobre el daño que se nos hace con los elementos externos que nos vejan y nos maltratan? ¿Cómo resolver el problema que nos plantea tener que soportar los hechos y las actitudes -el comportamiento- de quienes intentan desarbolar nuestra vida cotidiana? "Eso es así, porque lo digo yo", esa es la frase preferida por quienes así obran, sin tener para nada en cuenta el daño irreversible que hacen en su entorno. Es el atropello: a la dignidad, a la naturaleza, a la humanidad..., a la verdad, a la justicia, a la razón...

Sabemos cuál es la respuesta de estos personajes: "Palabras, escritos, nada es verdad...".

El diario El Universal de Caracas dice en su cabecera: "Nada convence más que la verdad". Así se resuelven los conflictos, así se puede hablar de no violencia, así deberíamos caminar todos por la vida...

*Del grupo de expertos de la Organización Mundial del Turismo (OMT)