Cada uno de sus movimientos llega envuelto en una sutileza que se fusiona con el sonido de la marimba. Keiko Abe aguarda sentada en primera fila la entrada del alumno. Escucha atentamente su interpretación -en sus rodillas apoya la partitura y mueve sus manos y pies al compás de las notas que provocan las masas- y aplaude antes de tomar la iniciativa. Siempre hay algo que corregir; nunca deja pasar algo que no es de su agrado. Con un inglés cristalino y bien marcado acentúa aspectos que para ella son mejorables. Habla y recorre sobre el pentagrama los puntos que va a refozar. En ocasiones toca guiando a su "invitado" durante veinte minutos. Sobre este guion evolucionó la "masterclass" que la compositora japonesa impartió ayer en la la Sala de Cámara del Auditorio de Tenerife. Diego, Alonso, Víctor, Marina Ian y Daniel se sienten unos privilegiados. Son conscientes de la suerte que han tenido por estar ese ratito bajo la supervisión de una marimbista que desprende alegría, pedagovía, virtuosismo... Once actores principales -nueve españoles, una noruega y un italiano- y 42 oyentes siguen con atención los consejos de Abe.

La nipona insiste en el concepto de disfrutar, pero entra a trapo en cuanto una nota no tiene la intensidad deseada, cuando cambia el ritmo de la composición o en el instante en el que le pone voz a la música. Keiko Abe canta para apuntalar la melodía.

Diego Rubio es el primero en acabar. Tras recibir el ok de la maestra y la ovación del público regresa a la grada tembloroso. "Es un gran honor compartir este instante. Se pasan nervios, porque la figura de Keiko Abe impone, pero también se disfruta". El estado de ánimo de Álvaro de Juan no es muy distinto, pero pide un tiempo muerto. "Dentro de cinco minutos le diré lo que he sentido, ahora estoy en otro sitio", explica al tiempo que Francisco Díaz, director del VII Festival de Música Contemporánea de Tenerife (FMUC), se marcha en busca de Víctor Hernández. El primer día de "masterclass" llega a su ecuador.