Cincuenta y cinco minutos después de la hora pactada, pero sin perder la amabilidad con la que pidió atrasar la entrevista. "Aquí me tiene. A sus órdenes. Siento el cambio en el horario, pero, en fin, tampoco le voy a contar mi vida", se disculpa la actriz que encabeza el reparto de la obra de teatro que se representa el próximo sábado en el teatro Guimerá de la capital tinerfeña: "Tengo ganas de volver a Tenerife; no voy desde que fui con ¡Ay, Carmela!", advierte la ganadora de cuatro Premios Goya. "Como actriz me siento bastante más afortunada que Margarita, que es el personaje que interpreto en Buena gente", desvela Verónica Forqué (1955) en una conversación que nace sin guion.

Su vida sigue atada al escenario. ¿Es usted una superviviente?

Esa es una palabra que no me hace mucha gracia, la verdad... Creo que la supervivencia está asociada a las personas que sufren de verdad. Prefiero pensar que he tenido una carrera artística larga, que sigo trabajando y que de vez en cuando un director o productor se acuerda de mí...

¿Entiendo que en su extensa y exitosa trayectoria artística las alegrías ganaron claramente la batalla al sufrimiento?

¿Sufrimiento? Hubo días malos, pero sufrimiento no... Para mí estar sobre un escenario no supone ninguna experiencia dolorosa... Esto me da alegría, energía y vida.

¿Y cómo es "Buena gente", una obra que ha tenido un recorrido victorioso en Broadway y en Madrid?

La obra es maravillosa, pero las ganas de volver a Tenerife también son grandes. Hace tiempo que no estoy por allí y, sinceramente, espero disfrutar con este reencuentro. "Buena gente", como todas las obras que son buenas, es un reflejo de la vida. Es un guion que está escrito con mucha inteligencia y compasión hacia los seres humanos.

Además, el teatro tiene el plus del cara a cara con el público, ¿no?

El teatro, la ópera y todo lo que es efímero tiene la gran virtud de estar vivo. Cualquier cosa puede pasar fuera del guion, desde que a un actor le de un ataque de risa, se vuelva loco o incluso puede morir en directo. El escenario transmite lo que hay en la vida y por eso es tan crudo y real. Existe un teatro que ha perdido autenticidad porque se graba, pero no es lo mismo. Ver una obra a través de un televisor está muy bien, pero la experiencia es diferente. Una de las buenas cosas que ha hecho el Centro de Documentación Teatral (CDT) es registrar casi todo lo que se estrena en España, pero hay sentimientos que no se pueden transmitir a través de una pantalla. Compartir esa parte de mi vida con la gente que me mira es una sensación difícil de explicar a la que no estoy dispuesta a renunciar.

¿Qué criterios sigue para alistarse en una aventura cinematográfica, teatral o una serie de televisión?

¿Sabe lo que pasa? Que muchas veces eso no lo decido yo. Cada cosa tiene su tiempo y una solo tiene que buscar las mejores condiciones para embarcarse en un proyecto. ¡Si me llaman, voy!

¿Pero a usted siempre encontró tiempo para compaginar películas y obras de teatro?

Soy una gran trabajadora (ríe). Las experiencias que viví en el cine, por ejemplo, están repletas de instantes maravillosos: cuando me llamaban para contarme el papel que me iban a ofrecer ya sabía que esa era una oportunidad que no podía dejar escapar porque me iba a traer más beneficios que perjuicios. Lo que ocurre es que el cine ocupa un periodo en la vida de un intérprete, sobre todo, en el caso de las actrices. En España esos tiempos se hacen más complicados porque el espacio es más pequeño y las oportunidades escasean.

¿Entonces es verdad que las actrices lo tienen más difícil?

Todas las actrices maduras se quejan de que no piensan en ellas para papeles interesantes, pero eso es ley de vida. Eso es así de duro. Todas tenemos que pasar por esa etapa. Eso no significa que no aceptemos el lugar que nos corresponde en esta sociedad, que por fortuna no es el sitio en el que nos colocan los hombres. La mujer despertó hace más de un siglo, tomó decisiones en los años 60 y ahora le toca escribir sus propias historias.

Verónica Forqué acaparó cuatro Goya en nueve años. ¿Fueron esos sus mejores años en el séptimo arte o usted no le da tanta importancia a los premios?

Le doy la que se merecen, pero sí, esa fue mi época de estrella de cine (sonríe). He disfrutado muchísimo haciendo películas y soy igual de feliz en los escenarios, pero sí que me horroriza que me llamen dama del teatro. Me conformo con ser una actriz honesta que trata de entretener al público. Todo lo demás son conjeturas periodísticas que hay que aceptar.

¿Cuál es la realidad teatral de este país; sigue sin cicatrizar la herida del IVA cultural?

Los años difíciles del IVA cultural siguen ahí. Eso no ha cambiado. La esperanza es que caiga este gobierno y que nos equiparen con el resto de Europa. Ni el fútbol ni la pornografía fueron castigados con este IVA abusivo que nos está matando.

¿Falta sensibilidad política?

Faltan muchas cosas, pero ahí no hay entendimiento. Mucho ir a misa y sufrir en Semana Santa, pero ni un buen gesto hacia un sector que genera riqueza y que en estos momentos se mueve en lo comido por lo servido. Para los del PP todo lo que suena a cultura es pecado.

¿Y a usted le sigue sobrando ilusión para alargar su vida artística?

Y para seguir viviendo. Mi querida amiga Julia Gutiérrez Caba tiene razón: la vida es un camino lleno de obstáculos. En mi trabajo, en el suyo y en los que aún tienen la suerte de conservarlo.