En 2006, una alfombra de flores de la irrepetible Octava del Corpus orotavense rompió moldes. No era la primera de ese tipo, pero sí la más atrevida. La aceptación de muchos, su impacto general, su rechazo entre los más ultraortodoxos de las supuestas costumbres exclusivas de lo eclesiástico, por mucho que surgieran en 1847 (no tras la conquista-genocidio), y el debate generado enterró la semilla.

Ayer, 10 años después, el mensaje de aquella combinación de solidarias flores, con un cayuco desbordado de negros africanos y la inconfundible figura de Jesús (por la tradición católica) imponente en proa, señalando el horizonte del buen camino en plena crisis de inmigración en Canarias, se trasladó, nada menos, que al tapiz central (ya no de pétalos, sino de arenas de Las Cañadas que solo se pueden usar para esto) con la actual vergüenza de los refugiados en Europa. Aquella semilla se ha convertido en fértil árbol que demostró ayer que las tradiciones, lejos de estar reñidas con la innovación y el atrevimiento, se enriquecen hasta la emoción pura.

Con un sol digno de fiesta tan espectacular como elegante y sentida por los villeros y sus 100.000 visitantes anuales, la plaza consistorial y las calles que rodean la manzana de la iglesia de La Concepción volvieron a demostrar que las flores y tierras del Teide no solo escalofrían en su entorno habitual. Con paciencia, sapiencia y experiencia larvada; con ayuda de grandes y chicos desde primeras horas; con una cuidada organización de la Asociación de Alfombristas y el ayuntamiento y también sin excesos de chovinismos o extremismos (aunque no siempre se evitan), el arte efímero villero se manifestó otra vez en todo su esplendor para disfrute general desde que, con las luces del alba, se trazan las primeras líneas a tiza y hasta que, en torno a las seis, ya solo basta contemplarlo todo.

Al tapiz de la derecha de la plaza, dedicado a los refugiados que sufren la Europa del supuesto bienestar, se le unieron esta vez motivos religiosos centrados en esa palabra tan gastada a veces como inusual en la práctica: misericordia. Pero, además, los guiños pseudo políticos y sociales quedaron ratificados con el homenaje, pequeño pero más que significativo, al papa Francisco en una parte de la obra maestra arenística: como si lo que ha hecho al frente de la curia, con medidas casi revolucionarias en comparación con los precedentes pese a todas las presiones, merecieran ya un tributo antes de que puedan pasar cosas indeseables.

De resto, la larga jornada volvió a dejar el frenesí de los colaboradores y el personal local acercando cajas con flores de todo tipo a los encargados de elaborar la treintena de alfombras, así como a los que se ocupan de los muchos corridos que las enlazan. Grandes, chicos, alfombristas de siempre, espontáneos, el municipio gallego y hermano de Puentearas y hasta los que se ocupan de refrescar los tapices avanzados o terminados con agua hicieron las delicias de turistas de infinidad de países, vecinos incondicionales y tinerfeños o canarios que no suelen fallar a esta cita. Ni siquiera Pedro Sánchez, tras concluir su acto en el Puerto, se pudo resistir y paseó su largo cuerpo por la Villa, sin, por supuesto, poder pasar inadvertido.

La procesión de la casi noche, con la habitual y masiva presencia de políticos, cumplió, solemne, la tradición y las pisadas difuminaron, una año más, el arte previo, pero no la emoción de tantos. Atrás quedó el lunes sabandeño de unas fiestas de San Isidro, como siempre, a marcar en el calendario, que el miércoles confirmaron el aplastante éxito de la muestra de vinos, que hoy se van de baile de magos, que mañana suben al Santo en la segunda romería más espectacular de Canarias (de verdad) y que el domingo llegan al éxtasis con un día para inmortalizar. Vengan: se llama La Orotava.