No es una cuestión de cantidad, sino de forma. La educación universitaria no está respondiendo a las demandas de la sociedad porque no forma a chicos capaces de crear conocimiento en lugar de memorizar. Eso es lo que piensa un grupo de docentes de La Laguna, liderado por Carlos Efrén Mora, que está intentando transformar la forma tradicional de impartir docencia. Si queremos modificar el modelo socioeconómico, la educación superior no debe estar al servicio de la sociedad, sino liderar ese cambio, sostienen. No se trata de una idea nueva: esta misma premisa motivó que la Universidad de Aalborg (Dinamarca), desde su nacimiento en 1976, hiciera de la transversalidad su seña de identidad. Más que superar asignaturas, los alumnos tienen que resolver problemas. Su apuesta cambió tanto el paisaje de esta región de Jutlandia que "el experimento de Aalborg" acabó siendo reconocido a nivel mundial por la Unesco. Allí se han olvidado de las clases magistrales y han puesto a los universitarios a trabajar en equipos para resolver un reto detrás de otro. Porque ¿de qué sirve que acumulen datos y conceptos si no son capaces de relacionarlos y usarlos para cambiar su mundo?

El interés de Carlos Efrén Mora por reformar el modelo de enseñanza tradicional no es nuevo. Este profesor de la Escuela de Náutica hizo su tesis sobre las dificultades -excesiva burocracia o infraestructuras inadecuadas- de exportar el modelo danés a una universidad tradicional. Algunos de los conceptos que ha asumido este centro están muy relacionados con los que propugnaba el Plan Bolonia en sus inicios, pero que nunca se implementaron. La necesidad de reestructurar las aulas, reducir los grupos y potenciar la participación del alumno no terminó de consolidarse. "Las competencias no se aprenden cuando hay un proceso unidireccional, es decir, cuando solo es el profesor el que se dirige al alumno y no hay una retroalimentación", explica Mora.

"Nuestro objetivo es que los estudiantes sean conscientes de su propio proceso de aprendizaje. No queremos que se queden solo con conceptos: deben adquirir habilidades y tener capacidad para transferirlas a procesos distintos y más complejos". Para conseguir esa flexibilidad mental que reivindica el modelo de Aalborg, Mora divide a sus alumnos en pequeños grupos desde principio de curso. Cada equipo debe enfrentarse a problemas relacionados de manera constante. Primero abordan asuntos más asumibles en el tiempo, pero en el segundo cuatrimestre deben resolver un asunto mucho más complicado, que requiere la participación activa de todos los miembros, y que está directamente relacionado con la materia que cursan. Al final, cuando llega el momento de la evaluación, los chicos argumentan la solución elegida y cómo han llegado hasta ella. A continuación los docentes los someten a un "tercer grado" de preguntas individuales sobre el proceso y emiten calificaciones individuales. Aquí no se cumple el mito de que en los trabajos en grupo siempre hay alguien que se escaquea.

Jorge Martín Gutiérrez, otro de los docentes que ha introducido esa metodología -en este caso en Ingeniería Mecánica-, destaca que cada vez hay más profesores que deciden intentar aplicar estas técnicas -cuentan con discípulos en prácticamente todas las ramas de conocimiento-, pero que es imposible extender el modelo si no hay una apuesta por parte del equipo de Gobierno de la Universidad. Para lograrlo, a final de mes tendrá lugar un "workshop" al que acudirán miembros del Rectorado actual y del anterior, además de empresarios y miembros del Gobierno regional. La mejor manera de convencerlos de que la fórmula funciona es reproducir el modelo con ellos: es decir, que participen en el aprendizaje basado en problemas ("Problem-based learning", PBL en sus siglas en inglés) y resuelvan uno. La pregunta que tendrán que responder será: "¿Puede la Universidad ser un agente de cambio positivo en Canarias?".

En Aalborg, cuando un alumno se matricula en uno de los grados, pasa a pertenecer a un grupo de trabajo de, como máximo, siete estudiantes. Cada equipo tiene asignada una sala de trabajo dotada de espacio suficiente, pizarras, mesas de trabajo y sillas, además de conexión a internet. Más que aulas, Aalborg invierte en salas de trabajo, explica Mora. Durante el proceso los estudiantes no están solos, especialmente los de primer año. Reciben formación puntual orientada a "trabajar en equipo, hacer tormentas de ideas, fomentar su creatividad, desarrollar documentos científicos, mediar en conflictos...".

En La Laguna, este proyecto, que se está poniendo en marcha de manera experimental gracias a estos docentes y la financiación de la Fundación CajaCanarias, pretende una renovación de la Universidad, pero también de la sociedad canaria. La vulnerabilidad de las Islas, con graves carencias estructurales -"escasa diversificación económica, elevado desempleo o dificultades para la internacionalización y la exportación"-, obliga a repensar el sistema educativo y su capacidad para modificar su entorno. "Si el emprendimiento y la innovación son un factor clave para terceros países a la hora de abordar sus propios retos, también lo son para Canarias. Necesitamos romper las barreras de la educación formal", insiste Mora. Muchos docentes se entusiasman con esta idea, pero piensan que no es factible adaptar el modelo a su clase porque creen que hay lagunas en el proceso de aprendizaje. "Sí, claro que existen -dice Mora-, pero son compensadas con creces por la capacidad de ahondar en temas de forma mucho más profunda que en un sistema tradicional".

Ahora, el siguiente paso es formar un grupo de expertos y personas influyentes para discutir ideas, plantear proyectos y construir redes que favorezcan un cambio que empieza por la educación. Quieren construir la universidad del futuro, pero porque saben que solo así podrán conseguir una sociedad más competitiva.