Nunca he podido olvidar un cierto escalofrío cuando de niño cruzaba corriendo el tramo entre la oficina de la Cory -con aquel traje de buzo colgado que semejaba a un hombre ahorcado- y el frente abierto de las naves carboneras, repletas de montañas de Cardiff, que emitían destellos en la oscuridad. Llegar hasta la entrada del muellito, junto a la grúa en donde atracaba la "Carlota", la falúa de don Ramón, el encargado, suponía para mí un alivio después del supuesto riesgo experimentado, que no era otro que el sueño de la razón que nos hace ver monstruos inexistentes.

Muchas son las vivencias que aún conservo de aquellas temporadas veraniegas donde los baños de mar eran causa común de dos familias: la de mis padres y la del comerciante Manuel Lovero Morro, aparte de algunos otros de los que sólo recuerdo sus rostros. Muchos de ellos reunidos en la carpintería del varadero, jugando al envite, mientras que las mujeres y los niños chapoteábamos en la orilla de callaos de la playa contigua. Años después, olvidados tales hábitos por cierre de la Cory, quedó el varadero como única alternativa de reparación de las últimas gabarras aljibes y el carenado del pequeño buque oceanográfico "Agamenón". Por ello frecuenté en la etapa juvenil como muchos chicharreros la playa de Acapulco, en cuyo espigón estuvo depositado durante mucho tiempo el casco achatarrado del viejo remolcador de vapor "Hércules", cansado ya de tanto conducir a las gabarras con piedras de la Jurada para descargarlas en las obras de ampliación del puerto. Luego este recinto quedó comprimido por la ampliación de la vía hacia San Andrés, eliminando la peligrosa curva existente a la salida de Valleseco, una vez superado el puente del barranco. No obstante, la solución pasaba por habilitar y unir los tramos de los muelles carboneros con la mencionada Acapulco y el espacio de los Alemanes. El proyecto "Sol y Sombra" aprobado para uso y disfrute de la ciudadanía ha estado dormido desde 2005 por la aplicación de un concepto que chocaba con las directrices de Costas, impidiendo su materialización. Sin embargo, la decisión del Tribunal Supremo ha dado luz verde al proyecto, que ahora se enfrentará a la dejación del Estado, con un Gobierno en funciones habituado, cuando pudo hacerlo, a prometer y no cumplir con las aspiraciones de los tinerfeños.

Pero no acaban aquí las dificultades burocráticas para el desarrollo de esta Isla. Aunado en similar empeño al del alcalde, aunque en otro ámbito, Carlos Alonso gestiona la financiación del cierre del anillo insular. Un viario por el que acostumbro a circular una vez por semana, y disfrutar de sus ventajas en seguridad y tiempo de recorrido. Resulta lamentable que una ministra de Fomento acuda en campaña electoral y no se pronuncie por el apoyo definitivo a esta obra vital para la Isla, con el agravio comparativo de la desmedida inversión en trenes AVE y el complejo y oneroso túnel de Asturias. Comparando el coste de estos, el túnel de Erjos resulta liliputiense; y no olvidemos el establecimiento de una tarifa plana interinsular a un precio razonable; como también lo sería el espaldarazo económico al Puerto de la Cruz y todo el norte insular, si se construye de una vez el esperado puerto deportivo y comercial.

Justas y necesarias son todas estas aspiraciones a demandar a un Estado que incumple hasta con la equidad de la financiación para las dos provincias canarias. Por ello, insisto, la solución pasa por que sepamos votar por nuestros auténticos representantes. Lo demás son faramallas foráneas o serviles.

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