Hacía falta, sí, hacía falta, y así veladamente lo reconoce el autor de este libro en su inicial "A modo de presentación". Porque libros sobre Santa Cruz de Santiago de Tenerife hay muchos. Él mismo cita el de Alejandro Cioranescu; el "Canarias y el Atlántico. Piraterías y ataques navales", de Antonio Rumeu de Armas; la "Guía histórico-descriptiva de Santa Cruz", de Felipe Miguel Poggi Borsoto; la "Noticias de la Historia General de Canarias", de José Viera y Clavijo; y, por supuesto, "El antiguo Santa Cruz", de Francisco Martínez Viera.

Pero debemos reconocer que el ritmo de vida que llevamos en la actualidad no nos permite el tiempo necesario para emprender la lectura de libros cuyo número de páginas, ya de entrada, rechazamos. Voluminosos, poco manejables -quizá uno de los motivos del éxito de los libros electrónicos-, la mayoría de los lectores actuales buscan los textos llamados "literatura de evasión". La novela negra está teniendo desde hace unos años una difusión extraordinaria, así que por algo será. Sus detractores le niegan calidad, le achacan superficialidad, pero lo cierto es que hay que ir con los tiempos.

Pero ciñéndome al libro que comento, en algunas ocasiones he hablado con mis amigos más allegados del desconocimiento que se tiene sobre la historia de la capital de la isla. Sí, sabemos de los ataques piráticos que hemos sufrido -sobre todo el del contralmirante Nelson-, existe una ligera idea sobre quién fue Fernández de Lugo, y una idea aún más borrosa sobre los antiguos pobladores de la isla, pero lo que ha acontecido desde 1494 hasta los años 80 del siglo pasado lo ignoramos en gran medida porque pocos se atreven -ya lo dije antes, por falta de tiempo- con la lectura de los libros que con anterioridad he señalado. Además, porque son libros muy prolijos en detalles, muchos de los cuales carecen de interés para quienes desean conocer los hitos más destacados de nuestra pasada historia. Introducir en ella comentarios sobre la vestimenta de la época, el número de luminarias de una determinada calle o reseñar los nombres de los asistentes a un determinado acto puede ser interesante para especialistas y costumbristas, pero no para el "ciudadano de a pie".

Arencibia, tal y como nos tiene acostumbrados en su amplia bibliografía, va a los hechos que quiere resaltar sin rodeos; se nota su personalidad militar, ajena a los circunloquios que nada nos dicen, utilizando un lenguaje directo, sin florituras innecesarias que nos harían consultar el diccionario con frecuencia. Eso no quiere decir que el tratamiento que reciben los acontecimientos que narra sea superficial, sino que muy al contrario se profundiza en ellos como lo haría un cirujano con un paciente, pero yendo a lo que interesa al lector -o al menos lo que debería interesarle- para estar medianamente informado de lo que ha sido y es la ciudad que habita. Sabrá de los personajes que han hecho posible el Santa Cruz que vivimos, conocerá el a veces tortuoso camino que se ha seguido para la creación de nuestras entidades más señeras, de los lugares que hoy disfrutamos y del deterioro -por qué no decirlo- que sufren otros que, por dificultades presupuestarias, no han tenido la misma suerte.

Dice Arencibia que su propósito ha sido contar en algo más de 200 páginas lo que estima más sobresaliente de la historia de Santa Cruz, y, como decía el Guerrero del Antifaz en nuestras lecturas de la niñez, ¡voto a Dios que lo ha conseguido! Su libro se lee como una novela. Hoy, los jóvenes, dirían: ¡es una gozada!

Enhorabuena, Juan.