Hace más de 22 años que no actúa en Tenerife y no tiene una explicación más o menos lógica que justifique ese vacío. "La última vez que pisé el Guimerá fue en el año 94... Fui con una obra que se llamaba Espectros y mi compañera de escenario era Julieta Serrano", recupera el actor y director Josep María Pou antes de regresar con "Sócrates", un proyecto codirigido por Mario Gas y Alberto Iglesias que se programa el 17 y 18 de junio -a partir de las 20:30 horas- en el Guimerá. "No se moleste en llamarme Josep María", responde el veterano intérprete en la línea de salida de una entrevista apasionante. "Yo lo libero de esa carga. ¡Llámeme José María o Pepe!".

¿Muchos años sin venir por Tenerife?

Y eso es algo que lamento profundamente porque es una tierra que me agrada visitar y, sobre todo, por la gente que no me ha podido ver en estos veintipico años... Permítame este ataque de vanidad para decirle que me entristece saber que hay un público que se ha perdido los mejores años de mi carrera de actor. Ni "El rey Lear", ni "Llama un inspector", ni "A cielo abierto", ni "La Cabra", que fue un éxito brutal, se contrataron para ir a Tenerife.

¿Y existe alguna explicación para una ausencia tan larga?

Si la hay, yo no la sé... Pero es verdad que mi relación con el teatro Cuyás de Las Palmas es más habitual y todos esos espectáculos se programaron allí. Eso sí, no hubo ni una sola vez en la que no me encontrara con un espectador que me apuntara que había venido desde Tenerife para verme.

El DNI no miente, pero el dato de los 22 años sin pisar un escenario de Tenerife es el mejor indicador de que estamos ante un actor de largo recorrido, ¿no?

El primer escenario profesional que pisé fue en 1968. El estreno de aquel "Marat Sade", de Adolfo Marsillach, se convirtió en una fecha histórica... No por el hecho de que yo debutara (sonríe), sino porque el montaje fue maravilloso. Soy plenamente consciente de que mis mejores años han llegado en los últimos 20. Antes hubo un proceso de maduración y depuración por el que inevitablemente tienen que pasar todos los actores.

¿El teatro no se abandona fácilmente una vez se han echado unas raíces tan profundas como las de José María Pou?

Hay que ser un trozo de madera o un auténtico zoquete para estar pisando todos los días un escenario y no aprender a amar este oficio... Ese "feedback" del que tanto se está hablando ahora que se crea entre los actores y el público no te lo da el cine. Ese toma y daca que se genera entre el escenario y el patio de butacas o los palcos es algo impagable. Ahí se produce un aprendizaje mutuo.

¿Usted es uno de esos actores de los que siempre se llevan algo a casa?

Cuando eres un actor vocacional y trabajas todos los días al cien por cien de tu potencial aprendes a valorar ese intercambio de sentimientos... En el escenario siempre doy algo de mí, pero me llevo a casa mucho de los espectadores. Los intérpretes nos emocionamos a partir de las emociones que nos traslada el público. El silencio, la respiración contenida o el respeto que te trasladan a partir de unos aplausos desencadena una empatía difícil de explicar.

¿Esa entrega es algo a lo que no está dispuesto a renunciar?

No tengo por qué hacerlo... En mi caso, trato de acabar cada función siendo mejor actor que el día anterior.

¿Trabajar sin red es una actividad gratificante?

Sí que lo es, pero yo siempre digo que este oficio es hermoso si se ejerce noblemente... Lo que pasa es que en esta profesión también existen actores que sacan adelante sus espectáculos con el piloto automático puesto. Afortunadamente, el público sabe detectar esa ausencia de naturalidad o de profesionalidad y no suele caer en la misma trampa. ¡Son muy sabios!

¿"Sócrates" es teatro en estado puro?

"Sócrates" es un teatro desnudo; es una aventura donde la palabra bien dicha es la protagonista. Es fruto de un texto inteligente y de la sabiduría de Mario Gas para conseguir reunir un elenco artístico que conoce a la perfección el peso que tiene cada palabra. Esta obra, en la que conviven siete actores sobre el escenario, recuerda vagamente una asamblea de la antigua Atenas de hace 2500 años.

¿Intimida entrar en este círculo de sabios?

Casi todos tenemos alguna que otra referencia de Sócrates a través de los apuntes de filosofía que tomamos en clase... Es una pena que hayan quitado esa materia de la enseñanza, pero los viejos algo sí que leímos de una celebridad que en el Guimerá mostraremos desde su perfil menos conocido. En el subtítulo del espectáculo hay una pista de lo que el público se va a encontrar: "Juicio y muerte de un ciudadano". No estamos ante el adiós de un filósofo sino de un ciudadano. Sócrates solo quería hacer pensar a los demás para que dejaran de ser trozos de mármol en un estado democrático que, por supuesto, ya tenía sus fallos. Su objetivo era que los más jóvenes no se contentaran con las verdades oficiales y buscaran en lo más profundo: no hay que aceptar lo primero que te cuenten; hay que arañar para quitar toda la porquería que oculta la verdad. Ese tipo de cosas lógicamente no gustaban a los poderosos. Su muerte está considerada como una de las primeras injusticias y fallos de la democracia.

¿Un tema que por desgracia no ha perdido actualidad?

Ahí revive la magia del teatro, es decir, que contando algo que ocurrió hace 2500 años el público percibe a los diez minutos del inicio de la función, incluso a los cinco, que lo que están haciendo los actores es reflexionando en torno a la democracia que nos toca vivir en estos días. Sócrates es la razón para llegar a un pensamiento actualizado.