Me he quedado hasta el final del debate, lo confieso. También me ha sorprendido el resultado de los 600 encuestados acerca del ganador y el perdedor de este combate a cuatro, encorsetado y cuadriculado hasta la extenuación; con unos aspirantes, los tres oponentes y Rajoy, repitiendo hasta la saciedad las mismas propuestas, mientras este volvía a esgrimir con suficiencia su discutible "milagro económico" a costa de la mayoritaria clase media, más empobrecida por los recortes a que ha sido sometida para cuadrar los números rojos dejados por el Gobierno de Zapatero, conforme a los criterios económicos del Banco Central Europeo y la zarina Merkel.

Como era previsible, los argumentos de cada uno de los candidatos versaron sobre los mismos temas, poniéndole en bandeja al presidente en funciones la opción para sus repetitivos logros monetarios y lo manifiestamente mejorables que son sus proyectos de creación de empleo para otros dos millones de parados, a sabiendas del auge de contratos basura para nueve de cada diez trabajadores incorporados. Ocasión aprovechada por los otros contendientes para reprocharle lo que ya sabemos todos; la escasa cuantía de los salarios, válidos como mucho para una quincena; y también la deserción de los autónomos al tener una cotización mensual obligatoria pese a no haber obtenido ningún beneficio empresarial. Y continuaría aquí enumerando prédicas de los aspirantes, conocidas ya por todos a sabiendas de la imposibilidad de cumplimiento, tanto por el actual gobernante como por los socialistas y los partidos emergentes.

En cuanto al ritmo el debate, plomizo en sus inicios, discurrió colmado de cifras estadísticas e intenciones; y sin el aparente encono del debate anterior, vimos a un Iglesias investido de cordero repitiendo el mantra del entendimiento con Sánchez para descabalgar a Rajoy del Gobierno; con un Rivera en solitario arremetiendo en sus minutos de oro del capítulo sobre regeneración democrática, contra el dirigente del PP. Sacando a relucir su complicidad en apoyo de los imputados (léanse Bárcenas, Blesa y otros tantos destacados miembros del partido). Acusándolo también sobre su presunta intervención en el Poder Judicial, nominando a jueces para indultar con la amnistía fiscal a los arrepentidos evasores de dinero negro, aplicándoles una sanción simbólica.

Finalmente, en el bloque de política exterior, hubo coincidencia en el tema del reparto y acogida de refugiados; algo tan manido como para superarlo sin pena ni gloria. Para concluir, antes del último minuto individual de petición del voto, respondiendo a la pregunta sobre las intenciones de pactos para formar Gobierno, Rajoy optó por un tripartito de concentración, al tiempo que Rivera expresó su intención de no consensuar con nadie si este no cedía su candidatura; mientras Iglesias, en su citado rol de moderado, continuó pidiendo con falsa humildad su entendimiento con el PSOE para desbancar a la derecha gobernante; logrando así la presunta "regeneración democrática" en favor de los oprimidos. Todo un mensaje populista colmado de utopías para los menos favorecidos; exigiendo mayor tributación a los más ricos que ahora gozan de márgenes ridículos. Singularmente, Sánchez volvió a defraudar con su aspecto hierático y su sonrisa de suficiencia como único argumento convincente. De no conseguir apoyos después del 26J, mucho me temo que Susana Díaz esté afilando el hacha para cortarle la cabeza y relegarlo, como mucho, a un consejo de administración de alguna multinacional simpatizante.

En resumen, pese a los resultados que no comparto, todos predicaron y no dieron trigo, ni lo darán tampoco para facilitar la opción al electorado, cada vez más frustrado y desorientado. En mi caso, ya está decidido, por Correos y por los míos.

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