La historia de nunca acabar. No he visto avance alguno en el propósito de convencer al electorado más indeciso. En la nomenclatura gastronómica, es el mismo potaje pero saturado de papas, sin nada de verdura para digerir mejor. Los programas son como los zapatos de antes: se compra un número más porque el niño estira y así luego se lo pone el mayor. Como me cansan los análisis orquestados, me gusta bajar al terrero, a ese espacio de decepciones y alegrías donde la verdadera brega no la manipulan los de siempre.

Después de los debates electorales, el cónclave de octogenarios antisistema se reúne en la plaza del barrio para exponer su veredicto: ¡Agradecemos a la clase política española su inestimable colaboración en la lucha contra el estreñimiento! Ellos se lo toman con algo de humor, pero forman parte de las miles de personas mayores de 65 años que viven solas en España y sufren a pecho descubierto las políticas de austeridad que regalan los Gobiernos del Estado del "malestar".

Mientras despojan con rabia sus boinas por las injusticias que han padecido, repiten, intercalando algún improperio que otro, que no manducan las buenas voluntades. Con aire quijotesco, el viejo Marcial lucha contra molinos de viento retando a Rajoy, Sánchez o Ana Oramas a un debate cuerpo a cuerpo. Para darle más realismo, sacude su bastón disfrazado de florete en un intento de comenzar la justa que les haga pagar el sufrimiento de convertirse en víctimas de la congelación de las pensiones, el copago farmacéutico o la estafa de las preferentes.

Rogelio el "estudiado", otrora nacionalista convencido, lo pasó peor que la cuestión de fe de Unamuno escribiendo "San Manuel Bueno, mártir". Ya está harto de que Coalición Canaria apele al sentimiento patrio con la referencia de una base programática tan coherente, renovada y lógica como "la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte". De todas formas, a Rogelio se le ve el plumero; todavía hoy no les pasa una a aquellos que dieron la espalda y acercaron al barranco a Paulino Rivero.

Para enfado el que tenía Manuel, un roble de 75 años que se hizo catador oficial de bellotas y papas guisadas en el bando republicano durante la Guerra Civil. No entiende cómo Izquierda Unida va a permitir que los novatos de Podemos tomen el relevo de un partido comunista que lleva decenios erigiéndose como la voz cantante de la lucha social. "Tantos años al pie del cañón para acabar sometidos a los caprichos de un ególatra hedonista que vive como un burgués. Qué pena no verlo por aquí y hacerle cantar el puente de los franceses", concluye soliviantado.

Con el amplio abanico de vivencias enriquecen las tertulias sin guión en el banco de la plaza que aún no se han atrevido a privatizar. Es evidente que piensan diferente, pero son el ejemplo más claro de que ponerse de acuerdo es factible si anhelas el bien común.

Los médicos les dicen que a su edad no están para disgustos ni charlas acaloradas, pero se enervan por una sencilla razón: les duele Canarias, tanto como acomodar sus caderas y piernas después de 80 años de tute. Cuidado, son los peligrosos octogenarios.

@LuisfeblesC