El próximo día 26 de junio los españoles estamos llamados a otro proceso electoral que, aunque suene a repetitivo, no es un proceso cualquiera como los demás. Es la primera vez en la reciente democracia española que hay una legislatura sin que se formara Gobierno. Y además no solo pendientes de formar un Gobierno, sino que para nosotros está en juego el modelo social que hemos construido todos los españoles y que nace del espíritu de la constitución del 78, que es Democracia, Libertad, Estado de Bienestar, Europa e Integridad Territorial. Todo producto del consenso y la negociación.

Además, se suma que hemos salido de una crisis económica profunda, la mayor de la historia reciente de España y de Europa, y que además ha salpicado a la vida política y social haciendo que el binomio crisis-corrupción sea letal. Nos adelantamos a decir ya que la corrupción no es sistémica. Es personal. De las personas.

Somos los que entendemos que la política son sentimientos y referencias, y que la sociedad actual con motivos se ha sentido dañada en sus sentimientos y la política para muchos ha dejado de ser un referente. Todo ello ha hecho posible que florezca el populismo, que no resuelve nada pero que penetra en los sentimientos y en las referencias ya mencionadas.

El uso del populismo se hace habitualmente, y en la actualidad más que nunca, en contextos políticos, sin que del término llegue a desprender una evidente identificación ideológica, sino más bien con procedimientos políticos, como la demagogia o el discurso fácil.

En todo caso el concepto de populismo es peyorativo. Hablamos entonces de demagogia, y la demagogia tiene un gran repertorio de métodos, tal y como describiría el sociólogo alemán Ralf Dahrendorf.

Pero ¿qué es el populismo? Según algunas definiciones se trata de un término que es de utilización muy frecuente en la lengua castellana. Hay quienes lo consideran un concepto político que permite hacer referencia a los movimientos que rechazan a los partidos políticos tradicionales y que se muestran ya sea en la práctica efectiva o en los discursos.

En campaña electoral el discurso populista de algunos partidos políticos llamados nuevos no hacen otra cosa que jugar con algo muy peligroso; la demagogia y el futuro del modelo social. Escuchar las supuestas políticas basadas en algo irreal, pero que es lo que todos queremos y buscamos, pero que son soluciones fáciles a problemas difíciles, y eso es malo. Eso es imposible y con resultados desastrosos, y como ejemplos claros podemos mirar a Grecia o Venezuela.

A buen seguro que han podido escuchar a más de un candidato o candidata estos días decir que "somos la voz de Canarias en Madrid", cuando en realidad son una voz más de las muchas de Canarias que hay en Madrid. También han podido escuchar "subir las rentas mínimas" pero sin saber el cómo y cuándo.

Debemos rechazar discursos populistas, que no hacen otra cosa que manipular sentimientos para agradar los oídos de algunos ciudadanos que lo están pasando mal, pero detrás no existe ningún proyecto concreto ni medidas adecuadas a las circunstancias.

Las medidas económicas, como en el momento en el que nos encontramos, deben estar alejadas de los populismos baratos y sin sentido. Debemos luchar entre todos para que España y Canarias logre salir de una vez por todas del túnel de la crisis, pero con políticas serias y, principalmente, reales.

Demostrado ha quedado que los políticos populistas (discurso fácil) tienen muchos puntos en común que los oponen a quienes no participan de su ideología, para nada clara y hasta borrosa.

Casos concretos como el de Venezuela y Grecia han dejado entrever la peligrosidad de los discursos populistas, que han logrado hacer mella en un pueblo que no ha tardado en quitarse la venda de los ojos con una triste realidad social y económica y que además quieren conquistar y asaltar el poder, no ganarlo, para cambiar el modelo social y las políticas como el leninismo o el marxismo, que han llevado a la humanidad a las peores desigualdades e injusticias de la historia, y que han costado más de 100 millones de víctimas desde su implantación en el siglo XX.

Una forma de populismo menor es intentar apropiarse de que un político represente más que nadie a toda una comunidad autónoma, como es el caso de algunos nacionalistas, que se creen dueños de las administraciones públicas y no administradores temporales de lo público. Ese mensaje discriminatorio ya no cuela.

Por eso el 26 de junio nos jugamos todos los españoles seguir creciendo y creando riqueza. Nos jugamos disminuir el paro y la integridad del país, el Estado del Bienestar, el peso de las relaciones internacionales y en Europa y, en definitiva, nuestro modelo social.

En conclusión, instamos a todo el mundo a votar en libertad, pero recomendándoles que tengan mucho cuidado con las demagogias populistas y los nacionalismos empequeñecedores, y sobre todo porque no solucionan los problemas de las personas. Más bien los acentúan.

Es el momento de tomarnos España en serio y a favor de las personas.

*Candidato al Senado por el PP de Tenerife y portavoz del PP en el Ayuntamiento de La Laguna