Puede que sea hoy, víspera de las hogueras sanjuaneras, lo que ha inducido a muchos candidatos de aguas arriba a venir aguas abajo para vender humo a mansalva. Tanto ha sido así, que en su afán por cosechar votos no se han cortado a la hora de cambiarse los atuendos y, supuestamente, hasta de ideologías, que han discurrido por todo un rosario de insólitas promesas.

El caso es que los candidatos locales propuestos por los partidos foráneos aducen que también son canarios de derecho, y que no debemos confundirlos con los que desde siempre han representado y defendido nuestra idiosincrasia. Dicho así, parece que van a abordar también nuestras singularidades en los foros nacionales, pero la realidad es mezquina, porque solamente irán a ocupar su escaño, si los votan, para obedecer ciegamente las consignas afirmativas o negativas de su jefe de filas. Y esto se mide por los diarios de sesiones, en donde se contabilizan sus intervenciones en defensa de los intereses de Canarias y los canarios. Apuesto a que los crédulos se llevarían una gran decepción, al ver los resultados.

Bien es verdad que nuestra presencia, en relación con el número de habitantes censados es menor que la de los partidos tradicionales, que están ahí desde el advenimiento de la democracia, al igual que lo hemos estado nosotros. Quizás nadie recuerde su apogeo, cuando llegamos a tener hasta grupo parlamentario: cuatro más uno aportado por otro partido minoritario, y hasta es posible que no recuerden el aumento de protagonismo e interés que despertaban sus intervenciones, al disponer de más tiempo de disertación y exposición de propuestas para Canarias, rompiendo así con el aislamiento y la sordera institucional de toda la vida. Entiendo que la memoria resulta hoy frágil para los que vivieron estas experiencias, e imposible para los que aún no habían nacido; por ello les sugiero que reflexionen antes de acudir a las urnas impulsados por los mensajes emitidos a través de las nuevas redes de comunicación. Métodos hoy más cómodos y doctrinarios para alimentar el afán de poder de muchos falsos profetas que prometen utopías que nunca van a cumplir, pero que servirán circunstancialmente para conseguir la confianza de los indecisos, olvidados casi de inmediato, de conseguir el poder.

El pasado viernes en mi vecindario habitual vi descargar de un gigantesco camión todo un contenido de leña para el rito del encendido de las hogueras; operación financiada que estoy seguro no se hubiera producido si no fuera por la inmediata cita con las urnas. Vistos los resultados de hace seis meses y la no asunción de errores cometidos por los cuatro candidatos, nada nuevo se puede esperar de sus propuestas. Sin embargo, sí se nos vuelve a presentar la ocasión de obtener mayor representatividad en los foros nacionales, porque nuestros candidatos, con sobrada experiencia en la gestión ciudadana, conocen mejor que nadie nuestras carencias, y por tanto tendrán que rendir cuentas ante su electorado, a diferencia del disciplinado gestualismo de los emergentes y los bipartidistas. Camino de la traca final, a los cuatro sólo les queda herborizar antes de la medianoche de hoy, víspera sanjuanera, para dar pócimas malignas a los contrarios; y hacerlo para sí mismos luego del inicio del nuevo día, para supuestamente purificarse después de haber lanzado calladamente todas sus falsas promesas a la hoguera. Una hoguera de vanidades totalmente ajenas a la hora de los cumplimientos.

No perdamos la oportunidad de obtener más representatividad, y dejemos que los favoritos, aunque no los compartamos, se alíen para contenerse mutuamente, pues a falta de mayoría para gobernar es la única solución posible. O eso o vuelta a la provisionalidad.

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