Dice María Dolores de Cospedal -cuyos dolores son de estos días- que las conversaciones grabadas entre Mortadelo y Filemón en la sede del Ministerio del Interior son una intrusión ilegítima en la vida privada del ministro Jorge Fernández. Y luego añade que el ministro se dedicaba a las cosas de su oficio, ya que hablaba de la persecución de la criminalidad. Así que la vida privada de los ministros trata entonces de perseguir a los delincuentes o en su defecto su trabajo trata de cómo reventar la vida privada de los adversarios.

El PP tiene la percepción, probablemente ajustada al derecho consuetudinario, de que en este país el que resiste gana. Que ante un escándalo, la mejor defensa consiste en ahuecar el ala, esconder el tormo y esperar que pase la ola. Ese es el camino que ha elegido la siempre inestimable y silenciosa prudencia de Mariano Rajoy, que ha decidido ausentarse de la cosa electoral ante la evidencia de que llueven chuzos de punta. Al plasma otra vez.

Jamás en la historia de España, y no sé si a escala planetaria, un partido que está gobernando ha sido sometido a un castigo tan brutal por las fuerzas de la policía, las fiscalías y la justicia. La sede del PP parece el número 13 de la Rue del Percebe, embargada por procesos judiciales, con tesoreros emplumados, ministros cesados, expresidentes autonómicos condenados y cargos públicos embreados por todas partes. Decir que el Gobierno del PP controla las instituciones del Estado en su propio beneficio es una burla a la inteligencia. Cómo unos pelanas de tal calibre han sido cazados en conspiraciones de ingeniería jurídica para reventar a los independentistas catalanes constituye una caso insólito.

España sigue teniendo los mismos problemas que hace una semana. Un déficit público que no hemos controlado, una deuda que se nos ha ido de las manos, las exigencias de recortes que nos exigen los acreedores, la amenaza de un nuevo enfriamiento económico, el deterioro de los servicios públicos, el inmenso número de parados y la debilidad del empresariado y un nuevo precariado laboral. Un cuadro del Bosco. En ese contexto, aterroriza un equipo que basó su gestión en la cosa económica y ha fracasado. E inquieta un Ministerio del Interior que si es incapaz de controlar su propia seguridad, mal puede pensar uno que pueda proteger eficazmente la seguridad de todos los españoles.

El descrédito de este Gobierno es precisamente la sensación de que todo está manga por hombro. Que un ministro de Industria, como Soria, saliera incautamente al patio de los leones dando una versión insostenible de un tema personal, para ser devorado por las fieras a las pocas horas, es sospechosamente incomprensible. Hacerlo todo tan mal no puede ser casual. Hay más cosas en el PP, Horacio, que las que es capaz de soñar tu filosofía. Da la sensación de que Mariano Rajoy está amortizado y alguien está preparando el altar de su sacrificio. Como dicen que decía Churchill -al que le adjudican todo-, el adversario está enfrente: el enemigo se sienta a tu lado en los consejos de ministros.