En conciencia. Sin intención de influir, huelga aclarar que hoy no es día para eso y ni siquiera sabría cómo. Tampoco tengo claro la conveniencia de ejercer el derecho a votar, que como tal, como derecho constitucional, es discrecional por parte del elector. Debe ser la edad; ahora lo veo más claro; resulta igual de legítimo someterse a la voluntad de la mayoría, no ir a votar o votar en blanco: "Elije tú si quieres, actúa con responsabilidad y carga con la culpa si algo sale mal; a ver si votas en conciencia, tornillo, con la cabeza y no solo con el corazón". No vale tirar la piedra y esconder la mano; después, si te suben los impuestos, no te quejes.

Anécdota. Nadie habla del futuro. Mañana no se decide qué hacer con este país, sino quién debe ser presidente; qué pena que no haya candidata a presidenta, ganaría de calle. Todos los aspirantes aceptan que la acción política venga impuesta por Bruselas; esos 10.000 millones de recorte; ya nos va bien, de buen grado de momento (no como los hijos de la Gran Bretaña, que dijeron que no a Europa). Mañana está en juego quién firma, poco más, quién reparte tantísimos cargos de libre designación, quién encarga las escuchas -aunque alguna cosilla se filtre- y quién veranea en La Mareta. Lo verdaderamente trascendente, los presupuestos generales del Estado y esas cosas, se decidirán en Cortes después de un esfuerzo negociador del que no tenemos antecedentes: esa es la nueva España, y quien sea presidente es anécdota, no se han enterado.

Pasar el trago. Toca. De los aspirantes uno será el afortunado presidente; veremos quién y cómo llegan al entente; me da igual, confieso. A los otros les tocará pasar el trago, con espíritu constructivo, espero. Este país no aguanta más reproches, ya está bien, toca ponerse a trabajar, trabajar en serio. Y eso requiere llegar a acuerdos. Y llegar a acuerdos exige transigir y transigir permite avanzar. Con los acuerdos siempre sale algo positivo. Hasta el vilipendiado Zapatero se entendió con Aznar, semidiós en aquella gloriosa segunda legislatura. Nadie en España se cree menos que Zapatero, aunque ninguno ha sido capaz de repetir la hazaña de cruzar el desierto indemne; hacer oposición es más difícil.

Castigo. Votar es un derecho, trabajar es un deber. Quien propone que se cobre del erario por la cara, sin trabajar, hace apología anticonstitucional; sin pudor se pasa el artículo 35 por el arco del triunfo. Quien piensa a estas alturas de la humanidad que el comunismo es la solución es que no tiene noción alguna de la historia reciente ni lee periódicos ni se interesa por lo que ocurre en nuestro planeta. Hay vicios que no conviene volver a probar ni siquiera por placer; el vicio tiene su propio castigo. Y me gusta el idealismo utópico, que conste, es como el amor puro, pero no nos engañemos, no estamos preparados para un sistema colaborativo. Quizás en un par de generaciones o dentro de mil años la sociedad española abandone la picaresca, los egoísmos y encuentre encaje un sistema así, podría ser. Yo no lo veré y usted..., bueno, quizás usted sí, que eso tiene la palabra escrita, que nos sobrevive. Reflexiones, que hoy toca.

Trampas. Ni pensar en el "voto útil", vaya chorrada interesada, ni en que elegimos a un señor para presidente -que no es cierto, se vota a un partido-, ni pensar a quién mandas a Madrid con tu voto, quien sea, que se diluirá en su grupo parlamentario. Es simple: qué dicen que harán y si usted se lo cree.

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