La presión a la que nos ha sometido doña Monsi en estos días no tiene nombre. Como estaba previsto, la presidenta viajó el viernes a Barcelona para votar en su colegio electoral, pero, antes, dejó programados unos mensajes de voz que han estado sonando de forma insistente en el hilo musical del edificio todo el fin de semana. "Queridos vecinos, este domingo tienen que ir a votar. Si no lo hacen, tomaré medidas drásticas", dejó grabado con un tonito de amenaza.

-¿Esta señora es tonta o qué? -preguntó Eisi, que tenía claro que no iría a votar porque nunca ganan los que él quiere.

-Pues yo pienso hacerlo desde primera hora, que es cuando va la tele -dijo María Victoria, marcando silueta con un modelito que acababa de comprarse para estrenar ese día.

La que estaba amulada era la Padilla, porque le había tocado ser presidenta de una mesa electoral y ella, desde que se quedó sin Cinco Jotas, no quiere salir de casa.

-Me niego a ir -nos aseguró.

-¿Tú estás loca? Si no vas, te meterán en la cárcel. Además, ¿tú no querías ser presidenta? -le preguntó, tratando de animarla.

-Sí, pero no de una mesa y custodiando una caja de cristal con sobres.

El sábado, cuando todos estábamos de reflexión, Úrsula se encontró en la puerta del edificio con un señor raro y le preguntó si buscaba a alguien.

-Eso me lo tendrá que decir usted, señora.

-El forastero se pasó todo el día al sol. Después de hacer un par de preguntas, Eisi averiguó que doña Monsi había contratado al tipo como portero automático.

-No me lo puedo creer. Otro gasto inútil -lamentó Carmela mientras le echaba lejía al cubo con un cuentagotas.

-Pues a mí me parece una idea genial -dijo María Victoria, que se pasó el día haciendo uso del pobre hombre cada vez que volvía de la calle.

-¿Qué piso? -le preguntó él cuando, por la tarde, ella regresaba de comprarse unos zapatos para estrenar también el día de las elecciones.

-El que quieras -le contestó inflando el pecho y mostrando una ristra de botones que le bajaban desde el canalillo hasta la cintura.

El domingo, los mensajes de doña Monsi, recordándonos que teníamos que ir a votar, empezaron a resonar desde las cuatro de la madrugada.

-¡Ya está bien! -se quejó la Padilla, que, con tal de no escucharla más, decidió acudir a su colegio electoral y actuar como presidenta de la mesa.

Las hermanísimas y Bernardo también optaron por ejercer su derecho al voto y acabar con aquella tortura cuanto antes. Todos coincidieron en el ascensor, que, de repente, se paró en seco. El sonido del botón de alarma y unos gritos enlatados nos despertaron al resto.

-En calzoncillos, Eisi les pidió calma: "Hay tiempo. Los colegios electorales no cierran hasta las ocho".

-Sácanos de aquí -gritó Úrsula, mientras la voz de la presidenta seguía sonando a través del hilo musical en un bucle sin fin.

-Eisi se pasó toda la mañana intentando abrir el aparato pero no había manera. A las diez en punto, María Victoria salió embutida en un vestido de seda rojo.

-Vaya, qué pena que no puedan ver lo espectacular que estoy, pero, tranquilos, que saldré en la tele -les dijo a través de la puerta del ascensor.

Eisi con la ayuda de dos colegas más seguía intentando el rescate, pero fue imposible, y solo cuando faltaba media hora para que cerraran los colegios electorales, decidió llamar a los bomberos, que, al llegar, le pidieron al portero automático que les dejara pasar. El hombre se negó hasta que no le dijeran a qué piso iban.

-No sabemos. Es una emergencia.

-Lo siento, solo puedo pulsar si tienen claro a qué piso van.

La discusión se prolongó durante más de veinte minutos hasta que, por fin, nuestro portero automático les dejó entrar.

A las ocho en punto consiguieron abrir la puerta del ascensor.

-Padilla, me da que vas a ir a la cárcel -le advirtió Eisi.

-Más me preocupa cuando doña Monsi se entere de que no fuimos a votar -dijo ella y, en ese momento, el hilo musical volvió a escupir la voz de la presidenta; esta vez, con un mensaje nuevo: "Espero que hayan cumplido".

@IrmaCervino

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