Me preguntan por lo qué he votado... Y la verdad que no me importa decirlo: he votado por desbloquear la parálisis política del país, y porque haya un gobierno nuevo que afronte los problemas sin obsesionarse en el cálculo de sus opciones, en los votos que se pierden o se ganan por hacer o decir, que quiera gobernar y que gobierne más allá de contar desgastes y pérdidas de imagen. He votado por un gobierno de gente de bien, me da igual de dónde vengan o lo que crean, que afronte con ilusión, esfuerzo y ganas la tarea de gobernar, un gobierno que no tenga demasiado miedo a equivocarse en sus decisiones, esté decidido a actuar con honradez y tenga la decencia de no pedir a los demás que hagan lo que él no esté dispuesto a hacer. He votado por un gobierno, por tanto, austero, comprometido con su programa y ejemplar en su ejecución. Un gobierno que siga reduciendo el déficit, que controle por primera vez la metástasis de la deuda y que asuma que el gasto principal de este país debe dedicarse a las personas que más lo necesitan. He votado, pues, por un gobierno, que garantice las pensiones y el sistema de Seguridad Social, y que defienda el derecho libre, universal y gratuito a una sanidad y una enseñanza públicas. Un Gobierno que entienda que el dinero que le quita a los ciudadanos en impuestos debe devolverlo en servicios, y que la administración de esos servicios no puede costar más que lo que gastamos en los servicios mismos. He votado por un gobierno que se preocupe más de los pobres que de los ricos, más de los parados que de los empleados, más de los que están en situación precaria que de los funcionarios. He votado un gobierno serio a la hora de pedir restricciones, un gobierno que reduzca el peso de lo público donde es fraudulento o innecesario, y que defienda que la militancia política no debe ser recompensada, que los suyos deben ser siempre los últimos. He votado por un gobierno decente y no clientelar, dispuesto a reducir el número de cargos públicos remunerados, sus privilegios, sus beneficios y sus impunidades. Un gobierno dispuesto a erradicar la corrupción, a perseguirla donde la encuentre, a desprenderse de los golfos representen lo que representen en su historia o sus equilibrios de poder. Pero también que defienda hasta el último minuto a quienes crea inocentes, un gobierno que este dispuesto a arriesgar su prestigio y popularidad por aquellos en los que de verdad confía. Y he votado también por un Gobierno que establezca los ajustes necesarios a nuestra Constitución para que nos sirva otros cuarenta años antes de su próxima reforma. Un Gobierno que resuelva el problema de Cataluña contando con los catalanes, pero sin romper la legalidad, y que entienda que las regiones son parte del Estado, y además la parte que presta los servicios más esenciales a los ciudadanos. He votado por un Gobierno que empuje a Europa en la dirección correcta, reduzca el gasto de su incontrolable burocracia, y apueste por avanzar en la unidad política de las gentes del continente. Un Gobierno que se comprometa solidariamente con los dramas del siglo, que crea en la igualdad de oportunidades, que defienda la paz sin complejos, que se implique en la reducción de emisiones de CO2, y que hable no sólo por sus ciudadanos sino también por todos que no tienen quien hable por ellos. Eso es, en fin, por lo que yo he votado, y por lo que yo creo que han votado también una inmensa mayoría de mis compatriotas...

Y lo que no voy a perdonarle al partido al que he votado, es que está vez tampoco lo entienda.