Visitar en San Andrés a Ernesto Llebry y Beatriz Rodríguez, como hizo EL DÍA el pasado viernes, equivale a encontrar una vivienda convertida en taller de reparaciones. Apenas hay un hueco libre y el "paisaje" está lleno de neveras, lavadoras, microondas o cualquier otro electrodoméstico. Fran y Luis, dos de los tres voluntarios, junto a Víctor, que completan "la plantilla de manitas solidarios" se afanaban como Ernesto, el fundador (su esposa es presidenta), en repararlos para donarlos o devolverlos a familias desfavorecidas. Ellos son técnicos Sin Fronteras y Sin Banderas.

"En 2011, explica Ernesto, tuve un accidente laboral que me impide trabajar como técnico de frío, mi profesión durante 25 años,". "Un día-recuerda- un amigo estaba en mi casa y se le ocurrió la idea. Era un momento álgido de la crisis y lo que antes la gente tiraba cuando se estropeaba pasó a intentar reciclarlo. Más adelante ampliamos a trabajos de fontanería y de electricidad". Con un sentido solidario. Primero en la página de Facebook de otra ONG, Se Busca Robin Hood. Luego, a la semana, cuando se desbordó la demanda, "abrimos una propia".

Ernesto nota una evolución positiva porque "sabemos a quiénes hemos atendido y ya empiezan a tener trabajo o a poder irse de vacaciones. Es una satisfacción poder ayudar a los demás", pero siempre, recalca, "al margen de cualquier orientación política".

Al principio eran Técnicos sin Fronteras: "Nos hackearon la página y se apropiaron del nombre. Por eso añadimos lo de las banderas", explica, mientras el fiel perro, Wilson, ladra a los visitantes.

Aunque la "sede social"de la Sin Fronteras y sin Banderas está en el pueblo de San Andrés, en concreto en la carretera de Taganana, el ámbito de actuación es "insular". Indica que "con nuestros propios coches vamos al Norte o al Sur. Nos vendría muy bien contar con un vehículo tipo furgón y un local porque este es taller, oficina y almacén al mismo tiempo. La Fundación La Caixa nos cedió uno en Navidad, pero fue imposible seguir allí tras las fiestas".

La ONG subsiste "por ayudas y aportaciones de los voluntarios o lo que sacamos en eventos. Solo entran en casa los 320 euros de mi mujer. Nosotros también acudimos a los asistentes sociales para que nos ayuden con alimentos".

Ernesto es un coleccionista nato. De barcos y otros objetos que llenan las paredes. Muestra con orgullo el último tesoro: una banda de capitán del Ejército con una leyenda, 1936-1939, "que lo dice todo", señala: "La encontramos hace unos días durante un trabajo en el entorno de la Rambla de Pulido y la donaremos próximamente al Museo Militar de Almeyda".

Ernesto glosa algunas acciones a destacar dentro de un balance global de 7.000 en estos cinco años. En toda la isla, y a través de internet, incluso en otras, o en la península: "Por ejemplo, a la señora Margarita, de Añaza, le hicimos un baño adaptado en la primera planta, porque le falta una pierna y tenía que arrastrarse para subir a la segunda. En un mes".

O la historia de otra mujer del Puerto de la Cruz que tenía "la nevera quemada. La cambiamos, pero se la devolvimos llena de comida y, además, le arreglamos las humedades. Nos mandó un mensaje dando gracias porque su hijo pudo comer papas fritas después de dos años".

"Armado" con su destornillador, Ernesto concluye: "La voluntad es continuar, pero ojalá tengamos que cerrar porque eso significaría que ya no somos necesarios".