Andrés es un hombretón de mediana edad que cuando se le pregunta por Ricardo abandona la seriedad para afirmar entre risas: "Yo soy su relevo". Luis, muy joven, mira mientras tanto casi con reverencia al protagonista de esta historia: ese Ricardo. O sea, Ricardo Santana Rodríguez, quien ayer culminó 48 años de servicio como recepcionista del Iberostar Grand Hotel Mencey. Andrés y Luis son dos de sus compañeros. Ricardo estaba ayer al pie del cañón con "sentimientos encontrados porque es toda una vida aquí", pero "feliz". Desde hoy es un jubilado que aprovechará para visitar a su hija en Madrid o para compartir el tiempo con su hijo y con su "nieto", señala divertido, es decir, "Cowi, el perrito que ellos me han regalado".

La gran satisfacción de Ricardo es "el deber cumplido" y, sobre todo, "llevarme muchos amigos, tanto clientes como compañeros porque me siento apreciado y me piden muchos consejos. Es como mi segunda familia porque compartimos jornadas de ocho horas diarias. Ha habido algún problema puntual pero se ha solventado en cinco minutos".

Ayer no paró de atender llamadas porque, señala un poco sorprendido, "no sé cómo se enteraron, serán las redes sociales, pero recibí felicitaciones y parabienes de Inglaterra, de unos amigos suizos muy especiales, de Alemania o de Holanda. Ha sido increíble".

EL DÍA ya dialogó con Ricardo hace ocho años, en noviembre de 2008. España acababa de ganar su segunda Eurocopa. Entonces, señala, "salíamos de una crisis posterior a la reapertura después de un período para mejorar porque la oferta era obsoleta para clientes que reclamaban atención de cinco estrellas. Ahora, y le robo la frase a un director del hotel, tenemos un Ferrari".

Ricardo ha visto pasar nada menos que diez directores desde que con 14 años entrara como botones en 1968 -para crecer luego poco a poco en el ámbito profesional-. Desde el primero, "Adolfo Mathias Gil, con el que empecé, a David Gómez, el actual, joven y con ganas de proyectar este establecimiento, que quiero como mi casa, hacia el futuro".

Ricardo da una clave de su éxito: "Tratar al cliente como si lo estuviera invitando a mi hogar. Con ese nivel de servicio me lo he tomado todo este tiempo".

Este tinerfeño de Vistabella, de La Cuesta de Arguijón, cuenta que su madre le tuvo que hacer "unos pantalones bajos para venir a Santa Cruz porque no tenía suficientes pelos en las piernas para lucir los cortos". Hoy, asegura tener "miles de secretos, que no puedo contar porque no serían secretos".

Así valoraron su perfil desde la empresa: "Han sido 48 años de vida, de dedicación, de compañerismo y de familiaridad en Iberostar Grand Hotel Mencey, un espacio en el que siempre quedará presente la huella que ha dejado Ricardo Santana, un trabajador ejemplar y una fantástica persona."

La "cara" del hotel Mencey, auténtico embajador de la ciudad y de la isla, se retira. Adiós al profesional y hola al jubilado. Pero es el mismo: Ricardo Santana.

El chándal amarillo

Casi medio siglo da para muchas anécdotas. Ricardo recuerda que "por esta puerta han pasado millones de personas, entre 500 y 600 diarias". Muchos ilustres, el primero "el Rey Juan Carlos, una persona sencilla. En general, toda la Familia Real". O Celia Cruz y su marido, "humildes y amigos". Pero sigue quedándose con "mi primer servicio en 1968, llevarle el periódico a Richard Burton y Elizabeth Taylor. Yo no había visto una mujer igual". Asegura que le queda magua porque "viene a actuar Julio Iglesias y me hubiera gustado verlo. En los 70 le perdieron las maletas y estuvo varios días alojado. No tenía ropa y le dimos un chándal amarillo. Cantaba pero le gustaba pasear con la prenda por el hotel, donde celebró su cumpleaños".