Es muy frecuente creer que -tras la crisis económica- el segundo mayor problema al que se ha enfrentado este país en los últimos años ha sido la corrupción. Yo creo que en términos sociales y morales la corrupción nos ha destruido, ha deslegitimado a quienes nos gobiernan y ha creado una extraordinario rechazo hacia todo lo que tiene que ver con lo público. Pero en términos económicos, el daño causado por el despilfarro -otra forma de corrupción, no necesariamente delictiva- ha sido mayor aún. El impacto del nuevorriquismo con el que hemos lidiado en los años previos a la crisis ha conformado conductas que aún contaminan el proceder de nuestros dirigentes. Una de esas conductas es la ligereza con la que se maneja dinero público cuanto de trata de festejos públicos, eventos o saraos diversos.

La cosa viene de antiguo: "panem et circenses", cubrir las necesidades básicas del pueblo y también ofrecer ocio y diversión. Desde los tiempos de Cicerón (Marco Tulio), mantener al personal entretenido -y agradecido por ello- es parte básica y recurrente del recetario de cualquier político que se precie. Se atribuye al hermano de Cicerón (Quinto Tulio) habérselo explicado a éste en sus "Commentariolum petitionis", una larga carta que ha llegado a nuestros tiempos bajo el título de "Manual de campaña electoral", y que viene a demostrarnos que no hay nada nuevo bajo el sol, aparte algunos cuantos Pokemon virtuales, que tu móvil hace aparecer dónde se le antoja. La cosa es que los romanos organizaban sus juegos, circos y jolgorios, por lo mismo que hoy los alcaldes se gastan parte del presupuesto en orquestas y fuegos artificiales. El verano pasado nos escandalizamos al enterarnos de que Domingo González Arroyo, alcalde-marqués de La Oliva, había aprobado en un pleno extraordinario de finales de agosto una modificación presupuestaria de 55.000 euros, que fueron sacados de lo que quedaba en la cuenta de servicios sociales, para dedicarlos a fiestas. La decisión fue adoptada en un ayuntamiento que había reducido drásticamente su presupuesto para atender a las personas más necesitadas del pueblo. Vale. Supongo que algo de esto tendrá que ver con el hecho de que el Marqués se quedara sin la alcaldía. Pero no es en absoluto el único caso... Por ejemplo, uno muy reciente: el Cabildo de La Palma pagó a la empresa que organiza los conciertos de Julio Iglesias 90.000 euros para que ese señor muy arrugado que canta tan bien, ampliara su gira a Canarias y ofreciera su concierto en la capital palmera. Un concierto que fue -además- un sonado fracaso: no se llenó el aforo ni con los centenares de tickets regalados a vips, ni con el descuento a parados, dos euros por las mismas entradas por las que llegaron a cobrarse hasta setenta euros a quienes sí pagaron. Me cuentan que la iniciativa y la decisión no fueron de Cultura, sino del propio presidente del Cabildo, que debe ser un hombre muy romántico, o un gran fan de la música melódica. En fin, no sé yo si emplear los fondos REF que llegan a los Cabildos para facilitar el acceso de los desempleados a un concierto en directo, es política social o política cultural, pero personalmente se me antoja una memez. 90.000 euros es hoy mucho dinero.

En un mundo donde a todo puede accederse a través de las redes, que el Cabildo se gastara alrededor de 40 euros por asistente -contando incluso a los que pagaron- para poder ofrecer el concierto, no sólo ha sido un despilfarro. Es un verdadero despropósito, en una isla dónde todos los problemas de hace diez años siguen sin ser atendidos y resueltos, siempre con la excusa de que no hay dinero para hacerlo.