Al rábano se le puede coger por muchos sitios, a gusto del consumidor. Por ejemplo, se puede decir que la Unión Europea no va a multar a España por saltarse los objetivos del déficit para el año pasado. O lo que es lo mismo, por gastarnos diez mil millones más de lo acordado. Pero también se puede decir que la UE ha decidido congelar los fondos estructurales con destino al Estado español a la espera de que se le presenten los Presupuestos del 2017 para saber dónde se va a producir un ajuste de entre diez a quince mil millones de euros. Échale hilo a la cometa.

La buena noticia es que a España le dan una prórroga de dos años más para cumplir con los objetivos marcados por Europa: llegar al 2,2% del déficit de los presupuestos públicos en el año 2018. Es decir, que sólo se podrá gastar unos veinte mil millones más de lo que ingrese.

La mala es que España sostiene sus servicios públicos a base de pedir dinero prestado. Debemos más de un billón de euros por los que pagamos de intereses unos treinta mil millones cada año. Pero como lo que ingresa el Estado no da para sostener los gastos públicos, cada ejercicio seguimos acudiendo al mercado de la deuda para sostener el tinglado. El año pasado gastamos sesenta mil millones más de lo que ingresamos. Y este, según todas las previsiones, pasaremos de los cincuenta mil millones.

¿Cuánto tiempo se puede estirar el chicle hasta que se rompa? ¿Cuál es el techo de la deuda al que estamos dispuestos a llegar? De momento, hasta nuestros bisnietos seguirán pagando el pufo que les estamos dejando. Eso sin contar con que el sistema de pensiones está resquebrajándose escandalosamente y parece insostenible a cortísimo plazo, porque las cotizaciones no dan para sostener las pensiones y porque la población española está envejecida y ya casi rozamos los diez millones de pensionistas.

España no va a cumplir los objetivos que marca Bruselas. Va a ser muy difícil a llegar este año a un déficit del 4,6% (las previsiones optimistas están en un 4,7). Ni por supuesto parece viable que lleguemos al 3,1% en 2017 y ya es para mearse de la risa con lo del 2,2% para el 2018. Primero, porque a estas alturas no sólo seguimos sin gobierno, sino que además parece bastante remoto que podamos tenerlo a corto plazo. Y si tenemos que llegar a unas terceras elecciones, lo de controlar el gasto público de este año va a ser una coña marinera.

Pero es que además, si un gobierno con mayoría absoluta, como fue el de los últimos cuatro años del PP, fue incapaz de meter en cintura los gastos públicos, rebajar la nómina de las administraciones y racionalizar su funcionamiento, ¿qué se puede esperar de un gobierno frágil, sostenido por los alambres de un pacto? Pues lo que se puede esperar es que nos maten a impuestos para seguir pagando el pufo de la burocracia, la vieja casta y la nueva casta. Seguirán empobreciendo a los ciudadanos para salvarle el culo al país.